DETRÁS DEL LENTE

SAN CLEMENTE DE IMBABURA (Y SUS ALREDEDORES), ECUADOR POR SOLEDAD ROSALES

Soledad Rosales heredó el amor por la fotografía de su tatarabuelo Benjamín, un reconocido retratista en Quito. Nacida en esa ciudad de Ecuador en 1980, estudió la carrera de diseño fotográfico y más tarde fue profesora durante cuatro años de la institución de la cual se graduó. En su trabajo es evidente la afinidad hacia lo femenino y lo estético.

Se ha desempeñado en el campo de la producción comercial para diferentes marcas y diseñadores, y ha desarrollado proyectos personales en busca de un planteamiento conceptual propio. Ha publicado en las páginas de diversos medios impresos y digitales, dentro y fuera del Ecuador, por más de 15 años y ha participado en varias muestras y publicaciones.  

Además de la realización fotográfica, colabora en proyectos que involucran a la fotografía sin que necesariamente intervenga como fotógrafa. Esta nueva etapa abarca la dirección y guion para proyectos audiovisuales y la edición, gestión, curaduría y consultoría de productos editoriales (impresos y digitales) y de exhibición. Todo lo realiza en compañía de su esposo (también fotógrafo) y sus tres perros.

Instagram: @rositasoledades

¿Qué te llevó a San Clemente?  

Viajamos desde siempre (con mi esposo y, cuando se puede, con los tres perros) a donde sea posible. Empacamos todo lo necesario (incluidos mis trescientos productos de belleza) y salimos. Nos gusta más descubrir lugares que seguir la guía turística. Un fin de semana, quisimos ir a un sitio cercano y esta provincia (Imbabura) es la favorita de mi esposo. Encontró una casa disponible en un nuevo lugar: San Clemente. 

¿A qué huele San Clemente? 

A hierba mojada y a leña quemada con un toque de majada.

¿A qué sabe San Clemente?

A maíz tostado.

¿Tu mejor descubrimiento?

Conocer finalmente a Matico Lema y Paola en su taller de tejido artesanal en Peguche a treinta minutos de San Clemente. Y Razu el perro de la familia anfitriona que nos acompañó en la caminata matutina.

Si tuvieras que escoger tu cosa preferida de San Clemente, ¿cuál sería? 

Las casas (incluida la de nuestra estadía): totalmente diferentes de todas las que había visto en otras comunidades de la Sierra. Son grandes y de ladrillo, piedra o madera; incluso hay casas hasta en los árboles.

¿Cuál fue tu primera impresión de la ciudad? 

Estoy en la versión Andina de La Comarca (la aldea de los Hobbits de El Señor de los Anillos).

Si San Clemente tuviera un soundtrack, ¿qué canciones estarían incluidas?

Una extraña interpretación (no identificada) de Can’t Help Falling In Love With You, de Elvis Presley, que escuchamos en una radio local mientras íbamos en el carro.

Cuando viajas a San Clemente, no te puedes perder _____.

Una caminata a primera hora de la mañana y más tarde salir a recorrer los pueblos aledaños.

¿Una comida o bebida típica? 

El maíz en todas sus formas: tierno, cocinado en agua con habas y queso, asado a la parrilla, tostado con chochos, tipo pan en una humita de sal o de dulce y en la versión bebible como chicha.

¿Algo que todos deberían saber antes de visitar San Clemente? 

Nunca subestimes el poder de unos zapatos cómodos y una buena chompa para abrigarte. Muy cerca hay muchos lugares para explorar en poco tiempo:  Zuleta, Otavalo, Peguche, el lago San Pablo y, al terminar, volver a la tranquilidad de San Clemente.

¿Qué es lo más especial de San Clemente, algo que no hayas visto en ninguna otra parte? 

La capacidad de organización del turismo rural comunitario.

¿Alguna palabra o slang local? 

Todas las palabras que no entendí del idioma de las comunidades: el kichwa.

¿Qué es la belleza para ti?

Todo lo que se pueda disfrutar sin pensarlo mucho.