¿Cuál fue tu primera impresión de Bogotá?
Toda mi infancia y adolescencia viví en Soacha. Ir a Bogotá siempre fue un viaje emocionante para conectar con mis pasiones: desde alimentar palomas con mi abuelo en la Plaza de Bolívar hasta comer en un McDonald’s. Parchar en casa de mis amigos, visitar museos, disfrutar de la comida que me encanta… todo siempre estuvo a, aproximadamente, una hora y media de distancia. Desde que vivo en la ciudad la observó con mayor crudeza, pero sin perder el romanticismo. Y, por supuesto, siempre agradeciéndole por ser la tierra de todos (aunque, a la vez, de nadie).