DETRÁS DEL LENTE

CARACAS, VENEZUELA POR EDUARDO IZAGUIRRE

¿Qué te trajo aquí en este viaje?

Siempre voy a volver a Caracas. No me imagino otro gentilicio personal que no sea caraqueño. Después de ires y venires, estuve 7 años sin volver. 

Uno no acaba de encontrar un motivo claro para regresar a donde sientes una atracción natural. Pero fue la sorpresa del concierto de Natalia Lafourcade en Caracas lo que me hizo comprar el boleto de una vez. Ya después, incluso después de llegar, me di cuenta de que había vuelto por mi padre, por volver a mis rincones y para mostrarle la ciudad a mi amor.

¿Qué podría sorprender a un extranjero sobre la ciudad?

Caracas es una ciudad de movimiento. Lo ves en todos lados. Por eso nuestra trascendencia artística se identifica con lo cinético. Aquí todo se mueve: los cerramientos de fachadas se te abren siempre, las sombras de los edificios, los murales de los maestros que son una marca ciudad y hasta las guacamayas te llaman la atención. Quien viene por primera vez, sin embargo, encuentra un balance de esa sobreestimulación urbana en la presencia del Ávila en el fondo, que siempre te da paz.

¿Cuál fue tu primera memoria de la arquitectura en Caracas?

Mi parque de diversiones fueron los espacios de centros comerciales integrados a la ciudad diseñados en los años 60’s y 70’s, que todo era abierto, urbano, la brisa cruzaba, las rampas donde se podía correr con libertad con mi primita; aparecía la fuente de soda como patio donde podías mirar el cielo, y ese era mi momento wow. 

Con el tiempo, entendí que eso que me llamaba la atención definió mi vocación por la arquitectura, y por lo que mi niño interior sigue buscando: las construcciones macizas en concreto expuesto con una aparente ligereza, los pisos de granito pulido y los acentos con revestimientos de azulejos singulares en ciertas paredes.

¿Recuerdas el primer edificio que te impactó?

El primer complejo de edificios que me impactó fue el sistema del teleférico de Caracas y el Hotel Humboldt, ubicado en la cima del Ávila. 

Desde que empecé a subir en la Estación de Mariperez, me llamó la atención que lo que veía parecía un origami gigante, ahora sé que eran las conchas prismáticas, plegadas en rombos y paraguas invertidos. Pero llegar a la Estación Ávila, de cristal y aluminio donde las nubes se metían dentro y sólo me miraba los piecitos, era como estar en otro mundo.

Creo que descubrir el hotel Humboldt detrás de la neblina fue como ver un lugar del que todos cuentan, como la torre de ese mundo de encanto.

¿Algún edificio favorito? ¿Por qué?

No tengo uno favorito. Me gustan varios, mucho. Las Torres del Centro Simón Bolívar fue un regalo que Cipriano Domínguez nos dejó a los caraqueños. Representan un emblema de la modernidad en Caracas, de racionalidad, de algo que domina el paisaje para un uso múltiple que todavía hoy es un flujo de muchas cosas que pasan al mismo tiempo. Es la contundencia de las curvas que hacen un jardín subterráneo con concreto y de las líneas que luego tienes en la plaza y edificios. 

Otra que me gusta es la Plaza Cubierta de la Ciudad Universitaria. Del diseño de Villanueva me cautiva su plasticidad que esconde la racionalidad formal y funcional y conecta la Biblioteca, el Rectorado, las salas de conciertos y el Aula Magna en un espacio de belleza único. 

Creo que otra obra, sería la Villa Planchart. Llegas y hay tantas cosas pasando en esa casa, que yo siento que es todo el imaginario de una Caracas que quería ser moderna y ahí lo sigue siendo.

¿Cómo sería un día perfecto para ti en Caracas?

Para mí Caracas hoy es de visita. Me despierto en un apartamento de Los Palos Grandes, me busco un café, con calma, empiezo a caminar y caminar y revisitar lugares, ver los nuevos, cazar exposiciones que están pasando, ir a museos, galerías, y espacios culturales que tienen algo que decir. 

En el ínterin, almorzar rico, comer dulcitos o algo que me provoque de merienda, y en la noche el lugar de comer debe tener una belleza: como la de Aprile, con el coquí-coquí de las ranitas, ese jardín y ese clima que me aterrizan en el agradecimiento de estar en Caracas.

¿Nos puedes nombrar cinco edificios que definen el espíritu de la ciudad?

El espíritu de Caracas no cabe en los dedos de una mano. Pero voy a decir otros cinco adicionales, de ñapa. El Hotel Ávila, en San Bernardino, la Concha del Club Táchira, el Edificio Atlantic, las Residencias Altolar y obviamente, el Teatro Teresa Carreño.

¿Cómo se relaciona la gente de Caracas con el paisaje de la ciudad?

El Ávila es la brújula de nosotros, como el mar para una ciudad con puerto. Es casi una persona que te acompaña. También están los parques metropolitanos, los parques de bolsillos, o las avenidas e incluso, cuando te encuentras un árbol en medio de la calle porque el trazado los respeta. Depende siempre de la zona donde estés, obviamente, pero quiero creer de algún modo, que alguien ve siempre algo verde y lo usa.

¿Percibes alguna estética que prevalezca en la actualidad debido a la situación del país?

La estética que prevalece es la de aquello que fue muy bien hecho y que, a pesar del paso del tiempo y el descuido, mantiene su grandeza.

¿Cuál es el lugar más representativo de Caracas?

El Centro Simón Bolívar.

Has fotografiado muchos destinos. ¿Qué es esa cosa sobre Caracas que la vuelve única? 

El color que le veo a su luz.

Tienes solo un par de horas para descubrir la arquitectura en Caracas. ¿A dónde vas?

Si tengo dos horas, saldríamos del Parque Los Caobos, al Teresa Carreño, La Candelaria, la Plaza Bolívar de Caracas y rematamos en las Torres de El Silencio.

Si tuvieras que escoger algo preferido de la ciudad, ¿qué sería?

Suéltame en Los Palos Grandes.

¿Algún dato interesante?

Aún más ahora como migrante, veo el valor del aporte cultural de españoles, italianos y portugueses, a la forma y estilo de La Candelaria y Chacao, los nuevos vecindarios que ayudaron a construir.

Se agradece la escala de sus edificaciones de baja altura, los nombres con esas tipografías que a uno le provoca llevarse, así como la ciudad en función de estar cerca, con las cafeterías de barras altas para una merienda parado, las ventas a granel, los oficios tradicionales, y una cocina adoptada como local, como el pasticho o comer pulpo en una tasca.

Compártenos un secreto local.

La Gran Pulpería de libros en Sabana Grande.

¿Algo que todos deberían saber antes de llegar?

Que cuando alguien se interesa por ti, te sonríe en la calle y te pregunta: ¿Volviste?, ¿Estás de regreso o de visita?, es literal.

Si Caracas tuviera un soundtrack, ¿cuáles canciones estarían incluidas?

Moliendo café, de  Hugo Blanco.

Caminando por Caracas, de Piero.

Toy contento, de Mario Suárez.

Así Así, de Billo’s Caracas Boys.

Qué rico, de Los Amigos Invisibles.

Anoche soñé contigo, de Kevin Johansen.

Caminar bonito, de Natalia Lafourcade.

Dance me to the end of love, de Misstrees Barbara 

Bernstein: Mambo de West Side Story, Gustavo Dudamel y la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar.

Palabra o slang favorito.

¡Todo Fino!

En búsqueda de cultura local, ¿a dónde vas?

Hacienda La Trinidad Parque Cultural, Centro de Arte Los Galpones, Galería GBG Arts, el Trasnocho Cultural, el Centro Cultural de Arte Moderno y el circuito de Museos de Caracas en Bellas Artes.

¿Dónde hospedarse?

Entre La Castellana, Altamira y Los Palos Grandes.

¿Dónde se puede ver el mejor atardecer?

Desde 360 Rooftop Bar, del Hotel Altamira Suites. Y en Villa Planchart se reserva un atardecer.

¿Qué es la belleza para ti?

“Genuinidad”.

Imágenes por Eduardo Izaguirre.