Mujer Ángel, Desierto de Sonora, México, 1979-

CAFECITO CON

GRACIELA ITURBIDE: “A TRAVÉS DE LA CÁMARA VAS DESCUBRIENDO EL MUNDO, LA SOCIEDAD Y A TI MISMA”

Nombre: Graciela Iturbide
Profesión: Fotógrafa
Nacionalidad: Mexicana
Signo zodiacal: Tauro
Instagram: @gracielaiturbide

Del 12 de febrero al 29 de mayo de 2022, la Fondation Cartier pour l’art contemporain presentó Heliotropo 37, la primera gran exposición dedicada a la fotógrafa mexicana Graciela Iturbide en Francia, que abarcó obras que van desde la década de 1970 hasta la actualidad. Por su trabajo, Iturbide fue galardonada con el premio W. Eugene Smith en 1987 y el premio Hasselblad en 2008. A propósito de la exposición, conversamos con ella sobre su trabajo, sus viajes por Latinoamérica y sus filosofías personales.

LATINNESS: Graciela, somos grandes admiradoras de tu trabajo. Comenzaste tu carrera en el cine a los 27 años y luego te entregaste a la fotografía, siendo adulta y madre. Cuéntanos un poco cómo fueron estos inicios para ti.

GRACIELA: Antes de casarme, cuando era jovencita, quería estudiar literatura. Pero vengo de una familia muy conservadora. En los años sesenta, ya había terminado la preparatoria y aunque mi anhelo era ir a la universidad, me casé muy joven y tuve tres hijos… Quedé con ganas de ser escritora.

A los 27 años escuché que había una escuela de cine en la que también daban guion y me dije: “a lo mejor ahí puedo escribir algo”. Me interesó mucho eso; así mismo, la dirección y la fotografía. De hecho, hice una corta película que ahora estoy restaurando porque encontré material sobre un pintor famoso en esa época, José Luis Cuevas, a quien pude entrevistar antes de que muriera y, como tenía muy buena memoria, se acordaba de todo. Allí estuve dos años y medio.

Luego, me encontré con la fotografía a través de Manuel Álvarez Bravo, de quien fui asistente en la escuela de cine. Me encantó. Podía viajar sin problema con una o dos cámaras alrededor del país y después a otros destinos, y no como cuando estudiaba cine, que debía cargar con unas más grandes y tener un equipo para las luces y todo eso, así que no me sentía capaz, era mucho para mí. Me encantaba verlo trabajar y viajar con él a algunos pueblos… así me enamoré de la fotografía.

También adoro el cine, pero eso no quiere decir que de repente me den ganas de regresar porque trabajé con Iñárritu en Babel. Aun así, en algún momento tuve nostalgia por la gran pantalla. Me encanta ver películas, sobre todo del neorrealismo italiano, de cineastas checos y rusos. Hay muchos que me gustan, como Andréi Tarkovski, pues, además, inspiran mi trabajo.

Pero, bueno, me dediqué a la foto. Empecé a viajar, primero dentro de México, a los pueblos. Pasado el tiempo, dejé de ser asistente de Álvarez Bravo; no obstante, lo iba a visitar con frecuencia, pues fue más mi maestro de la vida que de la fotografía.

Afiche de la exhibición “Helitropo 37” en la Fundación Cartier para el Arte Contemporáneo.
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Graciela Ituribide por Martin Bellatin, 2021.

LATINNESS: Fue una gran influencia, entonces…

GRACIELA: Él era totalmente lo opuesto a mi familia: un hombre libre. Se había divorciado. Recuerdo que un día me dijo sobre el tema: “Graciela, el divorcio está bien porque uno empieza de nuevo”. Al poco tiempo me divorcié y no me costó nada. Me enseñó muchas cosas que por haber crecido en una familia conservadora no estaba acostumbrada a escuchar.

Para mí fue una liberación. Un “¡Ay! La vida no es como me la enseñaron; también existen otras posibilidades”. Desde siempre, leía mucho y Manuel igual. A veces, en las tardes, escuchábamos ópera porque le encantaba y me recomendaba que leyera libros sobre cultura y que fuera a ver exposiciones. Me decía que no había considerado educar con la composición de los grandes escritores y que para él fue muy importante Picasso, en especial de joven; dice que cambió su vida.

Creo que las lecciones de Manuel Álvarez Bravo me enseñaron a ser yo misma. Aprendí que había muchas cosas dentro de mí que no sabía, por la educación que tuve. Y es que estudié en una escuela de monjas muy estrictas, donde, por suerte, pude acceder a la literatura del Siglo de Oro español, y como me encantaba leer, fui feliz con esa parte. También aprendí mucho, en especial a amar mi soledad.

Paradójicamente, solo estuve un año soltera cuando salí de la escuela, pues rápidamente me casé. Después de criar a mis tres hijos, trabajé con Manuel, y luego, empecé a ir por mi cuenta a las comunidades indígenas, donde aprendí mucho durante la convivencia con ellas, había una gran complicidad con sus miembros. Fue muy lindo conocer mi país a través de la cámara. 

Después, empecé a viajar por el mundo. Siempre digo que la cámara es un pretexto para conocerlo y para conocerte.

Cristina tomando fotos, White Fence, East L.A, Estados Unidos, 1986.

LATINNESS: Se nota tu curiosidad de escritora…

GRACIELA: Sí, la verdad es que sí. Y sigo escribiendo, pero mis sueños. Además, me gusta mucho leer literatura y poesía. A veces pienso si hubiera sido o no hubiera sido, pero soy muy feliz como fotógrafa. Me encanta.

LATINNESS: Por todo lo que has logrado también.

GRACIELA: No, no he logrado mucho, pero me encanta.

LATINNESS: Hiciste una muy linda reflexión sobre Manuel Álvarez Bravo. Cuéntanos, ¿has sido mentora de otras personas a lo largo de tu carrera?

GRACIELA: He sido, pero poco. En el gobierno pasado existió el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Conaculta, y el Fondo Nacional para las Artes, Fonca, así que nos hacían invitaciones. Por ejemplo, fui Premio Nacional y alguna vez tuve una exhibición, entonces hice tutoría a unas cuantas personas. Muchas de ellas siguen viniendo conmigo, como Maya Goded. Cuando la conocí, era muy jovencita; siempre me enseñó su trabajo. De hecho, fui a Hungría y la invité a que se uniera al viaje.

Soy poco tutora porque viajo con frecuencia, pero sí hay muchas personas que me enseñan su trabajo, sobre todo quienes fueron mis alumnos. Por ejemplo, del taller que di en Arlés, Francia, cuando estuve exponiendo. También dicté unos en Barcelona, aunque fuimos a fotografiar poquitos días, y aquí en México.

El otro día vino Aristeo Jiménez, quien es de Monterrey y hace unas fotos increíbles; es excelente fotógrafo. No tendría por qué ayudarle, pero al menos sí a saber dónde va a exponer.

Tengo relación con mis alumnos jóvenes, más que mis hijos que hicieron talleres de fotografía. Algunos quisieron ser fotógrafos, pero finalmente no continuaron. Mis nietos también toman fotos, aunque no se dedican a eso. Aun así, muchos de mis amigos realizaron un taller de fotografía con ellos.

Mujer zapoteca, Tonalá, Oaxaca, 1974.
Saguaro, Desierto de Sonora, México, 1979.
Genoveva, San Agustín, Etla, Oaxaca, 2007.
Carnaval, Tlaxcala, México, 1974.

LATINNESS: Hablando de tus viajes, quisiéramos saber, ¿enfrentaste algún tipo de prejuicio por ser mujer y madre al recorrer el mundo en esa época?

GRACIELA: Después de viajar con Manuel, más que nada a pueblos cercanos, fui sola a Juchitán por invitación de Francisco Toledo; luego hice otro trabajo en el Jardín Botánico. Pero fíjate qué curioso, soy feminista, y nunca tuve problemas. Incluso el ser mujer me sirvió, porque las mujeres de las comunidades y los hombres, en especial las de Juchitán, me ayudaron. Me llevaban en su coche o en su camioneta a otros lugares. Vivía en sus casas y comía delicioso. Siempre sentí una gran complicidad con su gente.

Curiosamente, cuando viajé a Madagascar con Médicos sin Fronteras, tuve igualmente esa protección; además, no iba sola… y todos querían una foto. En la India, también. Allí, a veces, tenía guías o una amiga que me decía a qué sitios podía ir. Nunca me pasó nada por ser mujer, aunque a veces es peligroso. Pero yo no lo viví. Al contrario; un día fui a una feria en la que vendían caballos… Había mucha gente y todos querían una foto. Le dije entonces a Natalia, quien iba conmigo: “pon tu cámara, porque no puedo tomarle una foto a cada uno”.

Fotografío lo que sucede en cada lugar, pero nunca lo hago cuando veo que la gente no quiere. No me gusta tomar fotos sin la complicidad de las personas, así que platico con ellas. Tampoco uso el celular para fotografiar a la gente sin que se dé cuenta. Acepto que algunos fotógrafos lo hagan y les sale muy bien, pero yo no; necesito la cercanía.

Entonces no, nunca he tenido problemas por ser mujer. Al revés, como fotógrafa me ayuda. A lo mejor en otras cosas de la vida los he tenido, pero como fotógrafa, nunca.

La niña del peine, Juchitán, Oaxaca, 1979.
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Nuestra Señora de las Iguanas, Juchitán, Oaxaca, 1979.

LATINNESS: Nos causa curiosidad tu predilección por fotografías en blanco y negro, sobre todo estando en una región que se destaca por sus colores. ¿Por qué esa decisión?

GRACIELA: Personalmente, el color me cuesta trabajo. Siento que no es la realidad. ¡Qué raro! ¿No? Las que hice a color fueron para el Instituto Nacional Indigenista, INI, pero se trataba de encargos para sus revistas y transparencias que ya no se usan. Si bien la realidad es a color, pasándola a la cámara es un poco fuerte.

Recientemente, la Fundación Cartier me pidió hacer una pequeña serie a color para una exposición en París, y dije que sí. Eso sí, me fui a un lugar con muchas piedras. Y es que me encanta fotografiarlas. Tomé una serie de siete fotos. Me gustan las que elegí, blancas, pero las que tienen muchos colores me hacen decir: “no, ¿qué hice?”. Sin embargo, a ellos les gustó. En cuanto al público, a algunos les agradará y otros dirán: “¡Qué horror!”.

Me acostumbré a fotografiar en blanco y negro, a abstraer la realidad, sus luces y sus sombras. Los negros me ayudan a hacer composiciones con mayor facilidad que el color.

Me cuesta más trabajo el color, pero Sony me regaló un año atrás una cámara digital. Y aunque no tomo en digital, solo en análoga, tengo que cumplir con ellos porque son muy amables, así que estoy tratando de hacer una serie de color, pero voy a investigar bien para que las fotos sean suavecitas y claritas. Tengo que aprender a usarla para dar un buen resultado a color.

Piedras, Tecali, Puebla, México, 2021.

Autorretrato, Desierto de Sonora, México, 1979.

LATINNESS: Bueno, ¡Tenemos mucha curiosidad por ver esas fotos!

GRACIELA: Se las enseñaré, les prometo.

LATINNESS: Si te acompañáramos hoy a uno de fotografía, ¿cuál sería tu proceso?

GRACIELA: Siempre es una sorpresa. Con Médicos Sin Fronteras, por ejemplo, fotografiaba lo que quisiera. Y en Madagascar fue muy fácil porque los niños iban a revisión con los papás y podía viajar con un chofer o sola a tomar fotografías. Pero en cualquiera de mis recorridos, es la sorpresa la que me hace reaccionar. 

En el caso de Italia, cuando estuve trabajando como un año, pero iba y venía, elegí al fallecido director de cine Pier Paolo Pasolini, quien también fue escritor y ensayista, como mi guía intelectual para influenciarme de él.  Aun así, la sorpresa era lo más importante. Y entonces, en Roma, aparte de ir a Cinecittà —un complejo de estudios de cine y televisión— y de caminar desde las seis de la mañana por las calles de la ciudad, trabajé en Ostia, que está cerca y es el lugar en el que mataron a Pasolini.

Ahora que lo pienso, tengo guías, quizás un poco espirituales o tal vez lecturas. En la India leí muchos libros acerca de ese país. O sea, siempre procuro leer sobre los lugares en que estoy o de hablar con las personas mayores. Tienen muchas leyendas en las cuales te puedes inspirar, ¿no? Por ejemplo, la tumba de Pasolini en Ostia, que es del Partido Comunista y está horrorosa, no la tomé. Si acaso las piedras o sí veía algo que el corazón me dictara, pues no sigo guiones. El corazón, el ojo y la inteligencia son mis guías a la hora de disparar la cámara.

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Torito, Coyoacán, México, 1983.
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Angelito Mexicano, Chalma, México, 1983.

LATINNESS: Eres mexicana. ¿Cómo comparas el país que comenzaste a retratar en los años setenta con el de ahora?

GRACIELA: Tenemos un pueblo muy bonito, cerca. Eso si, no puedo fotografiar la violencia, si bien he retratado cosas políticas, mi alma no soporta la violencia.

A veces, de casualidad, me toca. Por ejemplo, ACNUR, la agencia de la ONU para los refugiados, me encargó fotografiar a los Mara Salvatrucha que llegaron a Oaxaca; también a los desplazados en Colombia. Me lo pidieron, pero me afectó muchísimo. Sí, es un testimonio. No obstante, más que la fotografía, lo que sirve es que la sociedad civil haga algo de otra manera. Acá realizan muchas marchas, por suerte.

Tehuantepec, Oaxaca, México, 1985.

LATINNESS: Has dicho que la fotografía es un pretexto para descubrir la vida y la cultura de los lugares a donde vas. Recorriste Latinoamérica ofreciendo miradas de diferentes países desde la década de los años setenta. Cuéntanos algunas de estas experiencias.

GRACIELA: En Panamá todo fue maravilloso. Viajé para fotografiar a la gente local y casualmente conocí a Omar Torrijos en una región de los indígenas Guaymíes. Me preguntó: “¿Usted de qué canal es?”, como si yo fuera de la televisión. “No, yo soy de México”, le respondí. “Ay, pues yo quiero platicar con usted para que vea unas historias muy lindas”, dijo. Estaba muy angustiado con la hija de Mamá Chi, la entonces fallecida líder Guaymí, pues antes de ser general, cuando era un simple soldado, la había perseguido. Entonces, era tan ingenuo; nunca vi corrupción en él.

A mí no me gusta la gente del poder, pero siento que era una persona magnífica. Ese mismo día me dijo: “Es que estoy muy triste Graciela”, y le contesté: ¿por qué, general?. “Es que no me presentaron a la hija de Mama Chi”. ¿Para qué la quieres conocer? “Es que no estaba ahí, Graciela. ¿Se imagina si yo tuviera un hijo con ella? Sería el líder de Latinoamérica”. ¿Muy lindo no? Cosas de ese tipo me tocó vivir con él.

De hecho, iba a consultar a los campesinos para saber cómo veían el país. A Gregorio, sobre todo. Tengo muchas fotos de Gregorio con él. Le preguntaba: “A ver Gregorio, ¿cómo ves Panamá? ¿Cómo ves el campo?”. Y hacía lo que Gregorio o los campesinos le decían. Y cuando iba con los indígenas algunas veces lo acompañé porque estaba trabajando en las tres zonas indígenas de Panamá, siempre fue una experiencia muy linda. Pude ver que pese a ser gente del poder, tenía esa sensibilidad de querer hacer.

Y bueno, para empezar, hay que ver lo que hizo con el Canal de Panamá. Lo admiro mucho porque logró recuperarlo. Lo acompañé cuando fue a ver a Jimmy Carter, que hasta ahora me doy cuenta en esa época no me percaté, por ignorante, ayudó mucho a Torrijos y a Latinoamérica. Luego me arrepentí porque cuando hice el libro de Torrijos me dijeron: “¿Quieres que Carter haga un texto?”, y yo pensé: “No, ¿por qué?”. O sea, uno comete muchos errores en la vida.

Torrijos tenía un asistente, José de Jesús Martínez, que era nicaragüense; de ahí que ayudara a la guerra de ese país, con armas y poniendo dinero. Por eso te digo que ahora estoy muy triste por la situación, porque fui invitada por la Revolución Nicaragüense, pero ahora veo que este señor Ortega es un dictador; está metiendo a la cárcel a sus excompañeros, a los revolucionarios.

Tú crees en cosas, la cámara te ayuda; luego, dejas de creer, la cámara te ayuda y vas reflexionando y modificando tu pensamiento.

Han sido experiencias muy importantes en mí, tanto Cuba como Panamá, aunque ya no esté de acuerdo en muchas cosas.

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Los pollos, Juchitán, Oaxaca, México, 1979.
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Magnolia, Juchitán, Oaxaca, Mexico, 1979.

LATINNESS: ¿Y qué lecciones te llevas?

GRACIELA: Siempre digo que a través del lente de la cámara vas descubriendo el mundo, la sociedad, a ti misma. También cómo cambia tu mentalidad y cómo tienes que protestar

Estos viajes y todo lo que me ha ocurrido en la vida, me ha servido para acabar de formarme como persona.

LATINNESS: Has podido vivir y estar presente en momentos históricos. Hablando de eso, fotografiaste objetos íntimos de Frida Kahlo que permanecieron durante más de medio siglo guardados en su baño. Recuerdo que en ese momento trabajaba en Vogue e hicimos la exhibición “Las Apariencias Engañan: Los Vestidos de Frida Kahlo”, un proyecto que nos movió mucho. ¿Cómo fue para ti?

GRACIELA: ¡Fue increíble! Hilda Trujillo, la que era la directora del Museo Frida Kahlo, me dijo: “¡Ay, ven! Vamos a hacer un libro de Frida Kahlo por los 50 años de su muerte”. Antes, Diego Rivera, su esposo, había pedido que se revelaran todas sus cosas, que estaban encerradas aún 15 años después de su partida, pero no se hizo.

Cuando abrieron los clósets y los cuartos, Hilda quería que fotografiara los huipiles. Yo le dije: Hilda, no soy de eso. Luego, pasé por el baño; se encontraba medio abierto y vi que la tina estaba llena de todos los objetos de su dolor: sus muletas, sus corsés, sus medicinas, carteles políticos… Entonces le pregunté a Hilda: ¿Crees que pueda fotografiar el baño?. “¡Claro que sí!”, respondió. No fotografié los huipiles y al día siguiente me dediqué a fotografiar y acomodar todo el baño.

Después, lo reinterpreté. Usé los corsés en los que ella misma se documentaba, sus zapatos chinos —los que utilizaba cuando le cortaron una pierna; tenía muchos iguales… Las tortugas disecadas, los pájaros. Fue muy fuerte para mí porque incluso el olor era intenso.

Fotografié cada objeto de dolor y de terapia. No soy “Fridómana”, pero ahí en el baño me di cuenta de lo valiosa que era esta mujer. Porque aún con problemas en la espalda y sin una pierna, eligió la terapia de estar pintando cosas maravillosas, ayudada por su fértil imaginación.

Dicen los que estuvieron cerca de ella, que Diego, a veces, le daba una ayudadita. Juan Soriano, que era muy cercano a ellos, lo aseguró. Pero la imaginación de Frida era maravillosa, maravillosa. En este ejercicio no pude más que admirarla.

Para muchos mexicanos y chicanos en Estados Unidos ella es Santa Frida. Y bueno. yo digo: “no es para tanto”. O sea sí, sufrió, pero es que en México nos gusta mucho el dolor, los santos, la sangre, esto, lo otro, y como ella padeció tanto, la volvieron un poco santa. De hecho, su museo es al que más gente va de todas partes. Y bueno, para mí fue muy fuerte, pero también una lección: la de pensar “mira esta mujer con tantos dolores, con tantos problemas y su terapia era pintar…”. ¡Qué maravilla!, ¿no? Frida también me enseñó mucho.

Jaipur, Rajastan, India, 1999.

LATINNESS: En los últimos años has dejado de fotografiar personas. ¿Por qué?

GRACIELA: Porque me encanta mi planeta y este no se limita a las personas; también están las piedras, los paisajes, los pájaros… Acabo de llegar de estar en las Islas Canarias, en Lanzarote, donde fui feliz fotografiando la lava de los volcanes. Fui a dar una conferencia y me quedé un mes. Reconocí nuestro origen y la evolución del ser humano: de los volcanes, debajo del mar. Una lección para mí.

Quisiera fotografiar todo lo que hay en el planeta. Y es que poco a poco tu interés va cambiando. Fui también al volcán en erupción en La Palma, pero no podía acercarme a fotografiarlo, y en la noche, en blanco y negro no me daba… Era como una tarjeta postal. Oír el rugido del volcán fue presenciar el nacimiento de la vida. ¡Maravilloso! Por eso digo que todo te deja algo. Ahora quiero fotografiar volcanes.

Cuando construyeron el estudio en el que estoy, hace unos cuatro años, había mucha lava. Xitle es un volcán que explotó miles de años atrás y esa lava formó la colonia Pedregal de San Ángel. El arquitecto Luis Barragán empezó a construir casas en este pequeño barrio. Yo también encontré lava y figuras prehispánicas.

Ahora estoy construyendo otra edificación más pequeña junto a mi casa, para mis nietos. Ya les dije: “escarben, por favor, porque quiero figuritas y si hay lava, me la guardan”. Me mueve esa curiosidad de saber cómo es mi planeta.

Caballito para Gerzso, Aldea Acadia, Lafayette, Louisiana, USA, 1997.

Chalma, México, 2008.

LATINNESS: Por curiosidad, ¿tienes una cámara favorita?

GRACIELA: Siempre uso Leica y Mamiya; sin embargo, mi favorita es una Rolleiflex de los años cuarenta. No cuenta con exposímetro, así que debes tener otra cámara, pero su lente es de alta calidad. Cada vez que puedo, la llevo, aunque solo recibe un rollo de 12.

LATINNESS: ¡Qué increíble! Y mencionaste al principio películas que te han inspirado mucho en tu trabajo, ¿puedes recomendar alguna?

GRACIELA: De Andréi Tarkovski, Nostalghia y Andrei Rublev. Andrei Rublev es como la historia del arte a través de las imágenes. Si no la han visto, háganlo porque es maravillosa. Para mí, Tarkovski es un genio y una gran inspiración.