María Teresa Hincapié, Vitrina, 1990. Cortesía Magda Bernal.

CAFECITO CON

CLAUDIA SEGURA Y EMILIANO VALDÉS EN CONVERSACIÓN SOBRE MARÍA TERESA HINCAPIÉ

Por Jennifer Burris

Nombres: Claudia Segura y Emiliano Valdés
Profesión: Curadora de Exposiciones y Colección, Museu d’Art Contemporani de Barcelona (MACBA)/Curador en Jefe, Museo de Arte Moderno de Medellín, MAMM
Nacionalidad: Española/Guatemalteca
Signo zodiacal: Géminis/Escorpio
Instagram: @claussegura/@emilianovaldes

El 16 de marzo de 2022 se inauguró en el MAMM la primera retrospectiva dedicada a la artista María Teresa Hincapié con presentaciones en vivo, un auditorio repleto y visitantes provenientes de diversas partes de la ciudad. En la siguiente conversación, los co-curadores de la exposición hablan sobre el trabajo de Hincapié como una influencia impulsora en sus respectivas prácticas curatoriales, así como en sus filosofías personales.

Vista de la exposición con Hacer Hincapié de Mapa Teatro (2022) al frente y Una cosa es una cosa de María Teresa Hincapié (1990 / 2005 / 2022) al fondo. Cortesía MAMM.

JENNIFER BURRIS (JB): ¿Quién fue María Teresa Hincapié? ¿Qué tenía su trabajo que los atrajo a ambos a este proyecto?

EMILIANO VALDÉS (EV): María Teresa Hincapié fue una artista colombiana. Nació en Armenia en 1954 y murió en Bogotá en 2008. Pionera de la performance, y en especial de la de larga duración —que es un tipo particular de arte orientado a la acción—, se formó en el teatro, así que su noción de performatividad parte de esa perspectiva. Por eso logró abrir un nuevo espacio para el cuerpo en las artes visuales y ayudó a cambiar la historia del arte colombiano.

CLAUDIA SEGURA (CS): Además, tenía una concepción del arte muy interesante y una práctica muy difícil de catalogar, que oscila entre lo artístico y una búsqueda de lo sagrado. Cuando recién salía del campo del teatro empezó a ejecutar acciones que ella solía llamar “entrenamientos”. Después de algunos años comenzó a incorporar la palabra “performance”. Desde un principio buscó una elasticidad en el campo performativo.

EV: No solo innovó en términos de vocabulario artístico, sino que también abordó temas que entonces eran igual de urgentes como ahora: la ecología, la relación con las comunidades indígenas y esa idea de espiritualidad y sacralidad, que decía Claudia. Es interesante ver cómo los temas que trató cuando estaba más activa en los años noventa siguen siendo tan pertinentes y actuales.

 María Teresa Hincapié, Ondina (versión dancística), 1986. Cortesía Santiago Zuluaga, Casas Riegner, Bogotá y 1 Mira, Madrid, Madrid.

JB: Siguiendo este sentido del ahora: un aspecto convincente de su enfoque curatorial es la incorporación de artistas vivos como María José Arjona, Coco Fusco, José Alejandro Restrepo y Mapa Teatro. ¿Por qué encargaron nuevas obras en el marco expositivo de una retrospectiva, tradicionalmente orientada hacia el pasado?

CS: Desde el inicio del proceso sabíamos que teníamos que trabajar con material de archivo, porque María Teresa ya no está con nosotros. Fue muy complicado planear una exposición que pretendía mostrar un sentido más abierto de la interpretación cuando teníamos principalmente archivos y materiales bidimensionales con los que trabajar. En su práctica, María Teresa estaba muy interesada en la relación con la comunidad y cómo esta puede producir conocimiento a través de la oralidad y el compromiso con otros artistas y personas. En ese sentido, pensamos que sería muy interesante invitar a cuatro artistas a establecer un diálogo póstumo con ella; entender el archivo como algo que está cambiando y se puede transformar.

María José Arjona fue alumna de Hincapié y también es una performer de larga duración. ¡Estaba tan emocionada de crear esta obra! Al mismo tiempo, los fundadores de Mapa Teatro (Heidi y Rolf Abderhalden) convivieron con María Teresa durante los años noventa. Es un colectivo que trabaja en el espacio liminal entre el teatro y la performance. En ese sentido, comparten mucho con la práctica de ella. Coco Fusco, que es la última artista invitada, conoció y también coincidió con Hincapié en la Bienal de la Habana y en una muestra colectiva en el Instituto de Arte Contemporáneo de Londres. Es muy hermoso cómo todos ellos se involucraron con el archivo de maneras diferentes y específicas, pero siempre con la energía de la práctica de Hincapié.

María Teresa Hincapié, Vitrina, 1990. Cortesía Santiago Zuluaga, Casas Riegner, Bogotá y 1 Mira Madrid, Madrid.

EV: Desde una perspectiva expositiva, uno de nuestros principales objetivos era mostrar el trabajo de Hincapié a un público más amplio, porque siempre fue una especie de personaje de nicho. Si nos hubiésemos quedado con una exposición solo de archivo, el resultado hubiera sido más seco. Queríamos presentar el trabajo de una manera que fuera interesante y atractiva, que la gente sintiera y entendiera lo que ella anhelaba lograr a través de sus acciones. Sentimos que una forma de hacerlo era mediante la interpretación o de las obras reales, en lugar de la documentación pura.

Tuvimos largas discusiones acerca de si incluir recreaciones en la exposición, que es un modo típico de traer de vuelta actuaciones pasadas, sobre todo de artistas muertos. Terminamos alejándonos de esto, ya que su práctica tenía mucho que ver con su propia experiencia. Sentimos que relacionarnos con las vivencias de otros artistas era una alternativa para darle cuerpo a la exposición y al mismo tiempo ofrecerle a los espectadores y visitantes la oportunidad de sentir los cuerpos haciendo cosas a su alrededor en tiempo real, que es lo que sucedió con María Teresa cuando estaba viva. Al crear un espacio que recobrara o recuperara estas intenciones iniciales, en combinación con otras prácticas, buscamos profundizar la experiencia de conocer su obra.

CS: Las pocas resignificaciones que hicimos de obras específicas las realizamos en colaboración con Santiago, el hijo de María Teresa. Él ha sido parte de la exposición en todo momento, alguien con quien hemos tenido un diálogo continuo. Todas las recreaciones se realizaron con su consentimiento.

Invitación a Punto de fuga (1989) intervenida. Archivo María Teresa Hincapié. Cortesía Santiago Zuluaga, Galerías Casa Riegner, Bogotá y 1 Mira Madrid, Madrid.

JB: Al describir el proceso de curación, ambos ponen en primer plano las relaciones con las personas. También explican una exposición como una experiencia personal enmarcada en un encuentro con otros cuerpos. ¿Cómo influyen ambas descripciones en sus ideas sobre lo que es un curador o lo que hace?

EV: Uno de los sinónimos de curador que más me gusta es “creador de exposiciones”, que es una expresión que usó Harald Szeemann. Szeemann, para el público más amplio, fue uno de los primeros curadores independientes. El término se refiere a pasar por alto y comprometerse con todos los aspectos de hacer una exposición, que en realidad son muchos. En mi caso, como tiendo a perder la atención bastante rápido, este amplio universo me atrae, porque me mantiene ocupado. Se trata de conocer la obra de un artista lo suficientemente a fondo como para poder comunicarla con fluidez.

También tiene que ver con la propia organización de una exposición, que implica estar en relación con toda una serie de procesos, dinámicas y sistemas sociales. Y luego, finalmente, comunicar: escribir textos, tener conversaciones como esta, publicar libros y todas esas cosas que vienen después de la inauguración de una exposición. Es una carrera polivalente, pero que te permite conocer el trabajo de personas que literalmente han cambiado la historia de la cultura y el arte. Eso es un gran privilegio.

En este caso particular —y creo que hablo por los dos—, conocer a María Teresa Hincapié tan profundamente ha tenido un efecto en mi forma de pensar cosas como la espiritualidad y mi relación con la tierra y con diferentes comunidades.

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María Teresa Hincapié, Divina proporción, 1996. Cortesía Santiago Zuluaga, Galería Casa Riegner, Bogotá y 1 Mira Madrid, Madrid.
9- TALLER DÍA 2 y SALAS

Vista de la exposición con performance En silencio pero juntos de María José Arjona en colaboración con Camilo Acosta (2022). Cortesía MAMM.

CS: No podría estar más de acuerdo con Emiliano. Hay un aspecto que es muy importante para entender la práctica curatorial, que es la investigación. En esta exposición en particular, esa búsqueda fue arqueológica, porque nos enfrentamos a un archivo que no se había visto con anterioridad. Era un rompecabezas y teníamos que encontrar las piezas pequeñas.

Este proceso no solo implicó escudriñar documentos, sino además hablar con personas que conocieron y trabajaron con María Teresa, como su hijo. Emiliano y yo también hicimos una especie de peregrinación a La Fruta: la casa y residencia de artistas que María Teresa comenzó a desarrollar en 1996 en las cercanías de Quebrada Valencia en la Sierra Nevada de Santa Marta. Todo esto —una performatividad de nuestros propios cuerpos implícita en esta visión expansiva de la investigación— es algo que, en mi opinión, se incorpora en la práctica curatorial.

Como decía Emiliano, es cierto que tener el privilegio de estudiar a estos artistas, al igual que poder decidir en cuál enfocarse —qué artistas van a ser en efecto puestos en el mapa de la historia del arte—, también es una gran responsabilidad. A quién eliges para enfocarte en, importa.

En lo personal, trato de encontrar artistas que estén entre espacios. María Teresa es muy conocida en Colombia, pero no tanto en el resto del mundo. Además, en Colombia es como un mito. Pasar por este ejercicio de tratar de entender y luego mostrar las sombras y luces de una artista, revelando las complejidades de una persona que pensó de una manera completamente diferente y se acercó al arte con una perspectiva totalmente distinta a la de su momento, alguien que empujó los límites, es muy interesante para mí. Por supuesto, impacta el modo en que entiendo las exposiciones que curo, así como la forma en que comprendo mi propia vida.

Claudia Segura en la finca La Fruta, hogar de María Teresa Hincapié a finales de los 90, Quebrada Valencia, Sierra Nevada de Santa Marta. Fotografía Emiliano Valdés.

JB: Mucho del trabajo de María Teresa Hincapié parece estar ligado a Colombia. Ustedes son originarios de otros lugares —Guatemala y Barcelona—, pero han pasado una parte importante de sus carreras liderando instituciones de arte en este país. ¿Podrían describir el proceso de cómo llegaron a vivir aquí y cómo su tiempo en Colombia ha formado su perspectiva?

EV: Me formé como arquitecto en Europa, antes de completar una maestría en historia del arte e historia de la literatura. Después de graduarme, regresé a Guatemala donde comencé a trabajar como arquitecto en el Ayuntamiento. Esa fue una experiencia muy frustrante. Y así, junto con un grupo de amigos, inicié una revista de cultura contemporánea que incluía arte, arquitectura, comida y estilo de vida.

A través de ella comencé a familiarizarme con la escena artística. Al principio escribíamos artículos sobre artistas; sin embargo, pronto nos dimos cuenta de que era mucho más interesante invitarlos directamente a hacer cosas con la revista. Al final del primer año de la publicación, organizamos una exposición.

Recuerdo haber reflexionado en la inauguración que esta es una forma increíble de contar historias. Me abrió todo un mundo. Mi familia siempre estuvo cerca de las artes: mi abuela tocaba música y tenía una pequeña colección, pero organizar esa primera exhibición en realidad me mostró que puedes usar las exposiciones como un medio para compartir y traducir ideas enteras sobre el mundo a través del lente del arte. Si lo piensas es algo increíble: el hecho de que haya objetos y procesos que te permiten mirar el mundo de una manera que nada ni nadie más lo hace. Tiene una flexibilidad y libertad que es en verdad inusual.

Así que comencé a perseguir eso. Me hice amigo de artistas y empecé a trabajar en galerías e instituciones como el Reina Sofía de Madrid, donde obtuve una beca de investigación. Antes de darme cuenta, me había convertido en curador. Años más tarde, cuando me desempeñaba como curador asociado de la décima Bienal de Gwangju, recibí una llamada del Museo de Arte Moderno de Medellín, MAMM. Corría el año 2014 y el MAMM estaba a punto de inaugurar su edificio Expansión; buscaban un curador jefe para ayudar a dirigir la institución a través de un momento de expansión. Dicha expansión no solo se refiere al crecimiento en términos físicos, sino que también implicó un replanteamiento de su proyecto como museo. Por suerte conseguí el puesto.

En ese momento vivía entre Londres y Corea del Sur, lo cual era increíble y agotador. Quería volver a América Latina. ¡En los últimos diez años han sucedido cosas tan grandiosas aquí! Tenemos la suerte de estar en el centro de las discusiones sobre el arte en todo el mundo. Este es también un gran lugar para pensar para qué sirve el arte. Volviendo a las ideas con las que se involucra la obra de María Teresa, que es intentar mejorar la vida de las personas de una forma u otra. Y eso ha sucedido. El MAMM es un espacio cálido, increíble y hemos tenido la suerte de poder hacer proyectos como este: exhibiciones que espero toquen la vida de las personas y muestren maneras de repensar cosas que muchas veces damos por sentadas para ver el mundo a través de un lente diferente.

10- (MAMM)_Emiliano Valdes
Emiliano Valdés en la inauguración de la exposición María Teresa Hincapié, Si éste fuera un principio de infinito. Cortesía MAMM.
10- Claudia Segura and Emiliano Valdes_Hincapie

Claudia Segura y Emiliano Valdés en la conferencia de inauguración de la exposición María Teresa Hincapié, Si éste fuera un principio de infinito. Cortesía MAMM.

CS: Algo similar me ocurrió a mí. Al principio quería ser periodista, pero pronto me di cuenta de que me interesaba más la creatividad del lenguaje.

Estaba estudiando la licenciatura en humanidades, especializándome en arte y filosofía, cuando tomé un curso increíble de teoría del arte contemporáneo con un profesor que entonces era el jefe de colecciones del Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona, MACBA. Pensé: “esto es lo que quiero hacer”. Luego, recibí una beca para una maestría en teoría del arte contemporáneo; sin embargo, aún no estaba segura de si eso se traducía en práctica curatorial. Fue solo después de hacer una pasantía en el Tate Modern de Londres que descubrí lo atraída que estaba por la investigación y que quería ser curadora.

Regresé a Barcelona y me contrataron en la Fundación La Caixa, centrándome en la programación cultural que utilizaba el arte como herramienta social. Al mismo tiempo, comencé a hacer proyectos curatoriales independientes y a trabajar en una galería para estar más en contacto con los artistas. En ese momento, mi pareja se mudó a Turquía por temas laborales y decidí trasladarme con él. Creí que era una buena oportunidad para dedicar más atención a mis proyectos independientes.

Claudia Segura dando una visita guiada por la exposición María Teresa Hincapié, Si éste fuera un principio de infinito. Cortesía MAMM.

Mientras estuve en Turquía trabajé en la Bienal de Mardin con un grupo diverso de veinte curadores. Esta es una pequeña bienal que tiene lugar en un pueblo a veinte kilómetros de Siria. La organización opera de una manera completamente diferente a todo lo que había aprendido acerca de teoría del arte en Goldsmiths y sobre curaduría en Tate. Deconstruyó mi conocimiento.

Mi pareja y yo tuvimos la oportunidad de mudarnos otra vez: la decisión estaba entre Nueva Delhi o Bogotá. Prefería la segunda porque me interesaban el arte y los artistas latinoamericanos. Cuando era pasante en la Tate, conocí al curador José Roca, quien tenía este increíble proyecto de residencia y exhibición en Bogotá llamado FLORA Ars+Natura, y me pidió que fuera la editora de la primera edición de la revista FLORA después de mi llegada a Bogotá.

Luego, conocí a Claudia Hakim, quien tenía un proyecto site-specific llamado NC-Arte en el barrio La Macarena en Bogotá. La institución llevaba cinco años y estaban discutiendo los próximos pasos. Empezamos a conversar sobre educación curatorial y todo avanzó a partir de ahí.

Me enamoré de Bogotá, de Colombia y de su gente, de la escena artística y del diálogo Sur-Sur que aquí se podía establecer. Es una conversación completamente diferente a la que viene de Europa. Esto me ayudó a entender el arte de una manera que incorpora cosmovisiones indígenas, entre muchas otras cosas.

Después de pasar cuatro años y medio en Bogotá, mi pareja y yo regresamos a Barcelona. Teníamos un niño pequeño y queríamos estar más cerca de nuestras familias. Me presenté a una convocatoria abierta para ser curadora de exposiciones y colecciones del MACBA y obtuve el puesto. Sin embargo, extraño mi experiencia en Colombia, fue muy importante para mi desarrollo y aún influye en la forma en que veo la práctica curatorial.

María Teresa Hincapié, Una cosa es una cosa, 1990. Instalación con objetos personales, medidas variables. Colección Leo Katz.

JB: Ambos hablan sobre su interés en contar historias y cómo estas se moldean por quién habla y desde dónde habla. Cómo el conocimiento siempre se sitúa tanto en la cultura como en el contexto. ¿Qué historias son las que más atraen a los artistas en Colombia en este momento?

EV: Gran pregunta. Es interesante pensar en ello. Organizamos una exposición aquí en el MAMM llamada PASADO TIEMPO FUTURO. Arte en Colombia en el siglo XXI, que era una especie de colección de obras significativas que se habían producido en el país entre 2000 y 2019. La exposición ya tiene dos años, por lo que podría estar un poco desactualizada. Sin embargo, siento que aúna algunas de esas intenciones generales. Reunir ese conjunto de obras nos dio una idea de cuáles fueron las narrativas más destacadas de la producción artística colombiana.

Una de ellas tenía que ver con el reconocimiento de la importancia de las formas de conocimiento no hegemónicas: volver a las comunidades y a los grupos marginados, personas que no necesariamente han tenido el poder o la toma de decisiones. Ese fue un gran capítulo de esa exposición. Los artistas decían: “Oye, en realidad no estamos escuchando toda la historia. Falta un lado”.

Otro enfoque tenía que ver con la guerra, pero sorprendentemente no de manera tan general como pensábamos que sería. Eso sigue siendo una preocupación en el arte colombiano: la violencia, la guerrilla, todo eso. Pero ha disminuido. La gente se ha alejado de esa inquietud o la está enmarcando de una manera diferente. Creo que eso es interesante. Me identifico completamente con eso. No digo que se trate de salir adelante de un conflicto, pero sí siento que hay una necesidad de cambiar y evolucionar la forma en que nos relacionamos con ese tipo de problema. Eso fue muy alentador.

Había otra dirección que tenía que ver con el propio desarrollo del país y sus múltiples complejidades. Colombia es una nación grande; hay muchas narrativas y muchas cuestiones. Aceptar esa complejidad es algo en lo que se involucra un gran número artistas, que es una búsqueda en la que también ubico la obra de María Teresa. Tiene que ver con encontrar sentido hoy a través de una relación renovada con nosotros mismos y con los demás. Uno que a su vez nos hace pensar en cómo nos vinculamos con la existencia: ¿Qué lugar creemos tener en este mundo y qué sentido hay en que estemos aquí? Es un tema que en lo personal me interesa, porque tengo una práctica espiritual que no necesariamente está relacionada con ninguna religión.

Considero que el arte puede cumplir un papel significativo en esas preguntas, en especial para las personas que tienen un sistema de creencias espirituales más ecléctico. Lo hemos visto durante años, incluso tal vez siglos: artistas que usan el arte para conectarse con lo sagrado. Pienso que eso es algo que volvemos a ver en María Teresa. Lo aprecio porque nos brinda herramientas a través de las cuales podemos experimentar vidas diarias llenas y plenas. Ya sea entendiendo nuestras acciones del día a día como rituales o porque nos da la oportunidad de conectarnos con lo sublime.

Reconstrucción de El espacio se mueve despacio (2004) como parte de la exposición María Teresa Hincapié, Si éste fuera un principio de infinito. Cortesía MAMM.

CS: Estoy de acuerdo. La espiritualidad es muy relevante. Estas prácticas abren diferentes portales y tratan de comunicarse con voces que se alejan de lo llamado “racional”, porque han sido relegadas a un segundo plano a pesar de su importancia.

Creo que tales prácticas también nos obligan a cambiar la forma en que coleccionamos y exhibimos: cómo entendemos el papel de una exposición en un museo. Con estos cuerpos de trabajo, a menudo estamos involucrando objetos o prácticas efímeras que están vinculadas a las comunidades y que no se pueden adquirir. En ese sentido, es fundamental entender que deben ser abordados desde una perspectiva no hegemónica. Nos obligan a repensar qué hace un museo y qué es una colección. Esto es algo que está muy presente en Colombia, así como en el sur global en general.

Volante de Una cosa es una cosa, s.f. Archivo María Teresa Hincapié. Cortesía Santiago Zuluaga, Galería Casas Riegner, Bogotá y 1 Mira Madrid, Madrid.

JB: Gran parte de nuestra conversación se ha centrado en el pasado o el presente. Pero, ¿qué ocurre con el futuro? ¿Quiénes son los escritores, artistas y pensadores a los que miran y a los que siguen volviendo a medida que avanzan?

EV: Como mencioné, mi primer grado es el de arquitectura. Recientemente, comencé un programa de maestría en procesos urbanos y ambientales. Vuelvo a esta idea de urbanismo. Está ocupando mucho de mi espacio y tiempo intelectual. Dadas las circunstancias mundiales actuales, y al hecho de que ahora más de la mitad de la población vive en ciudades, los temas relacionados con la tierra y cómo planificamos son claves para asegurar un futuro sostenible. María Teresa es un ejemplo fantástico de cómo los artistas pueden relacionarse con asuntos tan apremiantes y reales como la ecología.

Odio ser autorreferencial, pero, de nuevo, creo que María Teresa es un personaje tan fantástico al que hemos tenido el placer de dedicarle años. Ahora podemos compartir eso con nuestro público. Ella no es la única, por supuesto, pero personifica algunas de esas exploraciones.

CS: No me interesan mucho las prácticas que se refieren a sí mismas, las que abordan la historia del arte o los debates formalistas, sino las que tratan de establecer puentes con otras disciplinas y cuestiones. Prácticas que intentan comprender qué es estar vivo. Arte que se hace preguntas existenciales. Obviamente, Hincapié es uno de los mejores ejemplos. Hay ecos en su práctica de artistas como Lygia Clark y Lygia Pape. Estas son las referencias que siempre acompañan mis investigaciones.

Esta exposición llegará al MACBA en Barcelona el 19 de octubre 2022.