Tropical Space Hostel en Tulum, México. Cortesía Galería Maia Contemporary, Ciudad de México

CAFECITO CON

SIMÓN VEGA: “FUE UNA AVENTADA DECIR, ME VOY A IR A VIVIR AL MAR Y VOY A TRATAR DE VIVIR DEL ARTE”

Nombre: Simón Vega
Profesión: Artista
Lugar de nacimiento: San Salvador, El Salvador
Signo zodiacal: Escorpio
Instagram: @simonvegaestudio

LATINNESS: Nos gustaría empezar desde tus inicios. ¿Cómo arrancaste en el mundo del arte?

SIMÓN: Como muchos otros chicos, desde temprana edad tuve un gran gusto por el dibujo. Cuando inicié mis estudios, elegí primero diseño gráfico (no había arte en El Salvador en esa época). Solo hice dos años. Luego tuve la suerte de viajar a México, específicamente al estado de Veracruz, donde me formé en artes plásticas.

El dibujo siempre me ha acompañado; es algo que mantuve y que mantengo como un básico en mi vida, del día a día.

De estudiante me introduje en la onda de exponer y de presentar trabajos, tanto dentro como fuera de la universidad. Cuando regresé a El Salvador ya tenía este interés de explorar nuevos lenguajes o al menos lo que esto significaba para nosotros. Veníamos de una guerra de doce años en El Salvador, así que nos habíamos atrasado con respecto a todo. Hasta entonces apenas llegaban el video y la performance.

Empecé a trabajar instalación en el año 2000, aproximadamente, y a presentar dibujos, instalación y escultura efímera. Eso me fue llevando a ser invitado, poco a poco, a prestigiosas exposiciones internacionales como la Bienal Centroamericana y una bienal en Museo del Barrio en Nueva York, así pude ir construyendo una carrera.

Tropical Mercury Capsule Blueprint, 2013

LATINNESS: Al conocer tu obra vemos que hay muchas referencias a la arquitectura. ¿Alguna vez soñaste en ser arquitecto?

SIMÓN: Sin duda. Soñé también con ser astronauta, mecánico y arqueólogo. Y algunos elementos de estas carreras aparecen constantemente en mi trabajo. Nunca estudié arquitectura, pero sí diseño gráfico y era bastante tradicional; de hecho, vi dibujo lineal, que tiene su relación con la arquitectura. También referencias al Bauhaus y el uso de los isométricos en muchos de los artistas y profesores. Eso se filtró en mi trabajo.

Siempre me gustó el dibujo industrial y los diagramas o íconos para descifrar el funcionamiento de una licuadora o una batidora. ¿Cómo se arma una mesa con Ikea? Ese tipo de cuestiones me encantaban.

Entonces sí, la arquitectura opera mucho en mi trabajo a nivel conceptual. Tengo una extensa serie que se llama “Ciudades Perdidas”. Es una especie de juego, una ida y vuelta entre los sueños de la arquitectura de inicios del modernismo del siglo XX y estos grandes arquitectos —Frank Lloyd Wright, Marcel Breuer, Mies van der Rohe y el link con la Bauhaus— y grandes utopías que se expresaban a través de este arte, tanto del lado comunista como del capitalista y todo lo que había en medio.

La arquitectura siempre fue para mí un elemento de referencia que tuve muy presente y que quise combinar con todo lo contrario. En El Salvador, un país donde hemos barrido con la arquitectura prehispánica y colonial que teníamos, hay muy poco. También arrasamos con mucho de lo bueno que se hizo en los siglos XIX y XX. Entonces, al haber perdido eso, hay unas ganas mías de recobrar y de mezclar esta gran arquitectura con la que es marginal e informal, que sí se encuentra en El Salvador y además forma parte de mi trabajo.

Tropical Mercury Capsule, 2012-2014

LATINNESS: Trabajas con una diversidad de materiales. ¿Cómo los eliges?

SIMÓN: Bueno, en estas dos últimas series, lo que más he hecho, sobre todo en escultura, es un diálogo con las zonas marginales. Realicé estudios durante un año en estos lugares e investigué a fondo la arquitectura informal hecha por la gente en sectores muy pobres. La encuentras en cualquier área, tanto en la rural como en la urbana. Por ejemplo, una barda hecha con pedazos de lámina, madera y rótulo para que proteja y nadie entre. Lo mismo ocurre con las paredes de las casas. Eso es lo que veo a mi alrededor y está en mi trabajo, así como las palmeras, el mar y un montón de cosas regularmente consideradas positivas.

Pero dentro de las casas —les decimos champas a las que son muy pobres— hay elementos estéticos superinteresantes. En la mezcla de este pastiche de materiales, como láminas corrugadas en cartón y madera bien usada, puedes encontrarte en una de estas casas que en el techo falta una lámina corrugada por una razón “x” que no debería ser. Pero gracias a eso entra una luz que no llegaría de otra manera. O descubres que hay una planta abajo… esas cosas me parecen mágicas. No lo veo como pobreza, sino como una mezcla muy viva, como una arquitectura muy viva. Al estar rodeado de esto, utilizo también esos materiales.

Cuando empecé a hacer escultura, quería obras más grandes, pero no tenía acceso a materiales, así que no iba a poder realizarla en aluminio o en otras cosas. Me interesaba la traducción de algo muy sofisticado en algo muy “hazlo tú mismo”. Es un poco absurdo e irónico, así que por eso voy eligiendo materiales que también tienen su historia, tienen vida. Tienen óxido, están usadas, cuentan una historia, llevan una gran carga de textura… Y al hacer mucha escultura efímera, estoy liberado de que dure, ¿Verdad?

O sea, lo que dura es la idea y el dibujo base. Y lo puedo volver a hacer. Una cápsula la monto primero acá, luego en otro país. Cada vez se destruye, se vuelve a construir en el lugar in situ. Entonces los materiales de esa ciudad también influyen en mi trabajo; por eso una pieza puede variar bastante o ligeramente según el país donde se encuentre. Por ejemplo, hacer un montaje en Europa para mí es un problema, porque no existen estos materiales, sobre todo en el centro del continente. En cambio, te mueves un poquito hacia el este o trabajas en ciertas ciudades de Estados Unidos, ni se diga México o Colombia, y tengo acceso a todo. Eso lo hace más fácil y me encanta. Es una parte de mi trabajo que me gusta: ir a “chatarrear” en esos lugares que no verías normalmente en un viaje de turismo.

Simon Vega y su obra Tropical Space Hostel, en Tulum, México. Cortesía Galería Maia Contemporary, Ciudad de México

LATINNESS: Las obras de tu serie “Tropical Space Projects” son sostenibles por naturaleza. Usas materiales descartados, lo que hoy día llaman upcycling. ¿Qué tan importante es la sustentabilidad para tu trabajo?

SIMÓN: No es tanto algo que quiera resaltarla; es simplemente una respuesta natural al hecho de querer trabajar de cierta manera y a cierta escala, de querer trabajar en el lugar a donde voy. En muchos sentidos también es una respuesta a los costos, es decir, a lo que al inicio podría pagar para hacer una escultura de estas características, entonces sí me interesa mucho.

Utilizo la idea del reciclaje y de tener una mayor conciencia de las posibilidades que ofrecen las cosas que solo fueron usadas una vez. Tienen color, tienen su gracia, tienen su logo… es posible utilizarlas. Aquí en la playa es muy común encontrarte con mareas de plástico que ha dado muchas vueltas, entonces se ve muy gastado. El mar lo ha ido limando y lo desgasta, le da una pátina; eso también entra en el juego.

Si bien no es muy directa la referencia en mi trabajo, sí es importante ver que resulta de eso otro, que tiene cierta belleza y que hay una crítica. Se vuelve más relevante en la parte histórica, política y económica. El hecho de que esté construido con esto es una oportunidad para reflejar esta condición de consumismo excesivo en la cual vivimos, esta manera excesiva de desechar materiales, el daño a la naturaleza y el poder recobrar estas cosas y darles una segunda vida. Chivísimo, ¿verdad?

De hecho, me encanta llevar estos materiales de regreso. Muchas veces viajo con maletas llenas de ellos. Hay cosas muy pequeñas que no las voy a encontrar en otro país y que encajan gracias a la transculturalidad y a través del arte. Así empieza una nuevo ciclo.

Estudio Xanadú de Simón Vega en La Libertad, El Salvador. Foto por Walterio Iraheta.

LATINNESS: Interesante si te paran en aduana, ja, ja, ja

SIMÓN: En las aduanas siempre me dicen lo mismo: “¿Y para qué es todo esto?”. Cuando se trata de plástico, no hay tanto problema, pero cuando es metal, honestamente sí… Te apuesto que parecen bombas o algo similar en los rayos x. Pero bueno, este es el caso extremo. Por lo general me rebusco en el lugar lo que pueda conseguir.

LATINNESS: Eres un artista polifacético, con dibujo, escultura e instalación. ¿Qué tan fácil es para ti pasar de una disciplina a otra?

SIMÓN: Al principio de la carrera, era un poco más complicado, porque en mi caso, siempre partía del dibujo. Pero en cuanto a la escultura, la transición desde el dibujo fue menos compleja. Están muy relacionados. Hago muchísimo dibujo mientras pienso en escultura. No lo realizo como un dibujo en sí mismo, sino proyectado a cómo se va a ver en la escultura; a veces también presento esos dibujos. En ocasiones, dibujo a partir de la escultura, es decir, el proceso inverso. Aunque parecen planos o blueprint, son en realidad hechos a posteriori.

Por lo común desarrollo el proyecto sin guiarme por el objeto estético, sino solo por la idea. Con el tema de la guerra fría y de la carrera al espacio, ciertas ideas me llevaron a otras técnicas. Es decir, se vería mucho mejor en video, por decirte algo. Si se trabaja la idea de la transmisión del hecho, un video puede tener mucho sentido como también la documentación histórica. Entonces, me paso a eso y me apoyo con gente experta. Soy bastante análogo y muy básico en cuestión digital, pero me encanta trabajar con otras personas.

En esa ida y vuelta de la explicación de lo que hago, surge otra cosa. Por eso, mucha de mi obra es colaborativa, porque los proyectos van creciendo o las ramificaciones se van haciendo más grandes. Así que por ahí le he entrado al video y a la performance, como algo muy lúdico. Si tengo, por ejemplo, máscaras, digo: “juguemos a ver qué sale”. No es tan serio como “soy un viejo artista y debo conocer esto y lo otro”. No obstante, a veces para presentar en un formato muy grande, me asesoro. Quizás trabajo con alguien con mejor equipo.

Esto es bien natural. En ocasiones estoy cansado de estar sentado y me encanta ir a buscar materiales. Luego viene una parte un poquito más físico-artística, cuando se trata de la escultura: estar taladrando, por ejemplo. Luego, a veces me meto en un estudio y trabajo edición y audio con alguien, que también me gusta un montón.

Todo es parte de lo mismo. Estás hablando de una idea y luego simplemente piensas con qué lenguaje funciona mejor. Y si no lo conoces, puedes asesorarte con quien lo sepa y hacerlo en conjunto.

Estudio Xanadú de Simón Vega, en La Libertad, El Salvador.

LATINNESS: ¿Cómo sabes que una instalación está terminada?

SIMÓN: Fíjate que en mi caso, trabajo con dibujos muy precisos, que muestran cómo se tiene que ver la escultura o cómo quiero que se vea una instalación. Entonces si es un booth para una feria o si es una galería, usualmente pido fotos del espacio disponible y trabajo mis dibujos en torno a él. Entonces al final aunque se vea tal pedacito de basura o de madera, todo está bien pensado y queda bastante parecido al dibujo. Claro, luego en el momento puede que haya otras cosas que llamen o que la luz me lleve a cambiar algo. Por eso no siempre siento que lo que hago está terminado; creo que se presenta en un momento donde ya tiene todo lo necesario para comunicar lo que quería, pero de pronto la pieza puede seguir viviendo y de hecho lo hace. Muchas se transforman y muchas continúan su vida. O se vuelven a realizar. O se les van sumando elementos o de pronto hago una foto con una escultura. Al igual que los materiales, todo está en una especie de fluido y de transición; las cosas simplemente se van transformando. Luego vuelven a su origen; luego se vuelven a transformar, así como en el caso de las obras cuando están terminadas.

Tropical Spacesuit, 2018.
Simon Vega. Cortesía Galería Maia Contemporary, Ciudad de México

LATINNESS: Has hecho varias residencias artísticas a lo largo de tu carrera. ¿Cómo nacen estas oportunidades y qué significan para tu trabajo?

SIMÓN: Tengo rato de no hacerlas. Al principio de la carrera creo que son importantísimas, porque te dan la oportunidad de ver tu trabajo desde otro punto de vista y compararlo con gente de otros países que pueda estar con ánimo de un intercambio. Hay residencias que son eso: mezclar personas. Hay residencias que son como una cabaña en un bosque y haces tu trabajo ahí también.

Pero a mí siempre me interesaron más las residencias en las que tenía la oportunidad de hablar con otros artistas y acceder a otras ideas y cosas con las que no contaba en El Salvador, porque aunque hay una comunidad muy buena y sólida de artistas, es muy pequeña. Por supuesto, al comienzo tuve que buscarlas, pedir recomendaciones, hablar con los curadores. Así fue que hice unas en Miami; me fue super bien. Primero fue LegalArt, luego Cannonball y Fountainhead Residency. Me abrieron un montón de puertas y no solo de arte contemporáneo, también a amistades y relaciones que han sido muy profundas y que se han convertido en colaboraciones artísticas.

Después hice algunas otras, como la del año pasado en Papaya Playa Project, en Tulum. Muchas veces la galería con la que trabajas te recomienda. Hilger, una galería con la que trabajo en Viena, me recomendó con Fountainhead. Y MAIA Contemporary, con la que trabajo en el CDMX, me planteó el proyecto de residencia en ese hotel chivísimo, cool y orgánico en Tulum; me dieron una cabaña frente al mar durante un mes con todo y room service. Esa residencia es más una vacación. Yo igual siempre produzco, porque me encanta. Y bueno, al final sí, ellos esperan que haya una especie de open studios, por lo menos una charla, que en el caso de Papaya Playa la hubo y fue super buena y positiva. La galería se involucra mucho.

Palm 3 World Station en Coachella. Foto por Heinz Köbernik.

LATINNESS: ¿Cómo surgió el proyecto de “Palm 3 World Station” para Coachella en 2018?

SIMÓN: Esa pieza en realidad fue algo bien particular en mi carrera como artista, porque no siempre tienes la oportunidad de crear una obra tan grande. Venía de hacer escultura y de moverme internacionalmente un poquito más. Un año atrás, una pieza mía había sido adquirida por el PAMM, el Pérez Art Museum, en Miami, para su colección permanente. Estaba en una exhibición que se alargó y estuvo como dos años allá. Era un Mercury, una cápsula basada en la Mercury de la NASA, hecha con lámina.

Rafi Lehrer, uno de los directores de arte de Coachella, que es el que más viaja, siempre está buscando artistas que puedan crear en esas dimensiones. Él vio esa pieza y decidió comunicarse conmigo. Resultó que otro de los directores de arte tiene una tía que también vive en El Salvador. A través de ella me contactó y me hizo una visita de estudio. Luego fueron a una exhibición que tuve en Costa Rica, que era escultura en gran formato.

Después tiramos unas ideas de lo que sería chivo en un Coachella; les mandé bocetos. Fue un proceso de un año. Finalmente, les gustó la de la estación espacial y empezamos a producir. Estuve como seis meses dedicado solo al diseño; también hablé con algunos arquitectos e ingenieros para ver cómo íbamos a hacer todo, es decir, tuve que traducir a un gran equipo de gente cómo construir marginal o favela y hacer manuales de eso.

Luego, fueron seis meses de producción en el desierto de California. Hice varios viajes en los que me quedé hasta un mes para estar al frente del proceso con el equipo. Fue una experiencia increíble, así… de sueño. Trabajé con luminotécnicos de gran trayectoria.

En esa estación espacial había una tienda, mini súper o abarrote. Yo llevé desde El Salvador las tiras de churros y de juguetes. Otro paso por la aduana interesante. No podías acceder a ellos porque todo se veía cerrado por flexi, pero estaba ahí. Había máquinas de humo, luz… Fue una experiencia increíble.

Luego, el festival en sí y la interacción con la gente y con la música es algo que no tienes en una galería o museo, salvo en este evento. Es poner en juego, en otro ámbito y a otra escala, una estación espacial basada en una soviética real. El MIR, como todos los trabajos de la serie, se basa en una cápsula real, en una estación espacial real.

Como teníamos que cubrir tanto espacio y la estación espacial solo contaba con siete módulos, lo que hice fue reproducir los otros, para un total de treinta, basados en los originales. Eso le dio el tamaño sin perder la escala y fue lo que hizo que funcionara bien, al igual que las piezas pequeñas que tenían el mismo tipo de estructura, pero con otras consideraciones arquitectónicas y de ingeniería. Lo anterior lo complementé con plantas vivas, palmeras, luces y un gran montón de cosas. Fue una experiencia monumental, literalmente.

Palm 3 World Station en Coachella. Foto por Heinz Köbernik.

LATINNESS: ¿Una plataforma así te dio a conocer con más personas?

SIMÓN: Sin duda. Fíjate, en este tipo de eventos te das cuenta de lo pequeño que es el mundo del arte y de lo grande que es el mundo de la música y el entretenimiento. Eso es bien interesante porque entonces te empieza a seguir mucha gente que antes no lo hacía. Para mí fue, sin duda, una super experiencia. Y claro, ahora lo que me ha pasado es si quiero montar algo en un museo, cualquier escultura al aire libre, los curadores lo primero que dicen es: “o sea, si este chavo pudo con esto, puede con cualquier otra cosa”.

Así parecería, pero a la hora de la hora, en realidad no es así, porque todo es cuestión de recursos. O sea, si los tienes, puede ser super divertido, pero si no, hasta una obra muy pequeña se convierte en un gran dolor de cabeza. En este caso tenía todos los recursos para hacerlo.

Palm 3 World Station en Coachella. Foto por Heinz Köbernik.

LATINNESS: Aquí hablando un poco de tus obras, que evidencian mucho los efectos de una sociedad polarizada, como lo que estamos viviendo hoy, ¿cómo ves lo que está afectando actualmente y afectará a la polarización post-Covid?

SIMÓN: En la serie “Tropical Space Projects” hablé de los efectos de la guerra fría en Centroamérica; sobre eso y los conflictos que afectan a El Salvador y Centroamérica hoy día. Cuando empecé, hace un poco más de diez años, era mucho más latente la polarización que había en el caso de El Salvador, es decir, entre los dos bandos de aquella época: por un lado, la extrema derecha, apoyada por Estados Unidos, y por el otro, la guerrilla de extrema izquierda, apoyada por Cuba y la Unión Soviética. Entonces había un reflejo muy directo del tema de la guerra fría en la polarización política del país.

Ahora eso ha cambiado; tenemos otros problemas. Estamos más polarizados aún como sociedad, pero los protagonistas no son los mismos, así que la cosa cambia. Respondes a los sucesos que están a tu alrededor y obviamente este es tan grande y tan global que de una manera u otra vas a reflejar algunos elementos de él. Para mí, se va a presentar una mayor diferencia entre ricos y pobres, entre primer y tercer mundo; ya la había, pero ahora será mucho mayor.

Desaparecerá una parte de la clase media. Se exacerbará la diferencia entre ricos y pobres, entre contaminados y no contaminados, entre sociedades libres de esta cuestión y otras que todavía la están sufriendo. Personalmente, me parece muy programado. Hay algo debajo del agua, sin duda.

Soy muy apocalíptico en ese sentido y veo las cosas muy post-apocalípticas desde ya. Eso se está metiendo en mi trabajo; estoy haciendo ese tipo de relaciones. Pero creo que la polarización económica es siempre política y es lo que va a tener más peso o se va a reflejar un poquito más en mi trabajo.

Palm 3 World Station en Coachella. Foto por Heinz Köbernik.

LATINNESS: ¿El clima político actual hará buen arte?

SIMÓN: Es bien interesante preguntarse qué va a pasar con el arte y cómo va a cambiar. Muchos quisiéramos imaginarlo. Creo que en una primera instancia hay quienes piensan que se va a digitalizar todo y ya. Honestamente, siento que es un recurso que se va a profundizar y que nos va a dar más cosas, pero no va a sustituir la experiencia. Eso sí, estoy seguro de que sí se va a transformar. O sea, no solo se va a tratar de lo que estás hablando, sino cómo lo vas a presentar, cómo se va a mover y cómo y dónde se va a ver.

¿Habrá acceso? Algunos países continuarán como hasta ahora con ferias de arte y todo. Las galerías con las que trabajo en Europa, por ejemplo, no van a hacer Art Basel este año y, sin embargo, sí se van a realizar en Europa, donde ya se puede viajar y está todo mucho más protegido. No obstante, estoy operando fuera de estos centros adrede; nunca quise ir a vivir a esos países.

Entonces, ¿cómo va a funcionar esa ida y vuelta? Es algo para especular, ¿verdad? En mi caso, pienso que va a ser muy positivo, porque van a surgir muchas cosas nuevas. Siento que estábamos muy trabados en esta cuestión del mercado del arte y su valoración a través de las ferias. Creo que ahora hay una oportunidad de trabajar comunitaria y localmente. Y más allá de esto: glocalmente. Glocalización.

Vamos a ver qué tanto se extiende la situación en unos lugares o en otros. Sin duda, más allá de la salud y del virus, el tema económico también se va a prolongar y esto va a influir en la manera como se ven y se consumen las cosas.

Sin duda, pienso que va a ser positivo en cuanto a novedad y a crítica, aunque quizás no estamos viviendo en una sociedad mejor, más funcional o más democrática.

La Libertad, El Salvador. Foto por Simón Vega.

LATINNESS: Y hablando un poco de tu centro. ¿Por qué elegiste La Libertad como tu base?

SIMÓN: Tiene mucho que ver con el mar. Soy una persona 100 % conectada al mar. Nací en San Salvador, que es la ciudad capital. Queda a 30 o 45 minutos de él; es supercerca.

Mi madre es full mar, así que aprendí a surfear muy temprano. Es uno de los centros de mi vida… Así de plano: hay dos centros en mi vida que son el arte y el surf.

Por mucho tiempo no pude, pero cada vez que lo lograba venía constantemente a surfear. Lo hacía unas cuatro horas al día, dos días a la semana. Poco a poco, cuando sentí que podía dije: “me voy a ir a vivir al mar y voy a tratar de vivir del arte”. Porque por muchos años viví de la docencia y de dar clases. Cuando me aventé a vivir solo del arte, me radiqué en La Libertad; me aislé para producir y para poder moverme internacionalmente, más que nacionalmente. Así que aquí combino mis dos pasiones: el arte y el surf. Soy super feliz.

Estudio Xanadú, en La Libertad, El Salvador.

LATINNESS: Tú que soñaste con ser astronauta, ¿qué opinas de todas las exploraciones que se están dando al espacio?

SIMÓN: Siempre he tendido más al pasado que al presente, pero me interesa este acercamiento a la exploración espacial, que es muy diferente a la que se dio en los años cincuenta y sesenta. Por ejemplo, sobre el proyecto del hotel espacial que tiene la Agencia Espacial Rusa, hice una obra, la de Tulum. Me interesa mucho la idea del arca de Noé, como bueno: “el mundo va a implosionar y ya la pegamos, ¿para dónde vamos?”. No solo es una idea, es ciencia ficción. ¿Quiénes van a ir? ¿Quiénes van a ser elegidos y por qué? ¿Y qué pasa? ¿Quedan allá?

Muchas de las naves también son eso. Las ves y es como algo que quedó en el pasado, pero a la vez es como “esta gente dijo ok, construyamos nuestra propia nave para salvarnos nosotros y la vamos a hacer con lo que contamos, por absurdo que sea”. Va por ahí, va por el juego lúdico, por la idea de ponernos a pensar y de tener una narrativa o especular una narrativa para estos experimentos y estas visiones. Personas como Elon Musk, sí están trayendo en realidad un montón de frescura a la visualización de hacia dónde van estos proyectos que durante el Space Race tenían un filo muy “militarizante”, muy de la competencia militar entre antagonistas. Ahora tiene otra visión.

Palm 3 World Station en Coachella. Foto por Heinz Köbernik.

Imágenes cortesía de Simon Vega.