El sauvignon blanc y rosé de EL VINO y jarra de LRNCE.

CAFECITO CON

UNA CONVERSACIÓN CON LULU MARTÍNEZ OJEDA Y DANIELA VARGAS DIEPPA DE EL VINO

Nombres: Lulu Martínez Ojeda y Daniela Vargas Dieppa
Profesión: Enóloga / Emprendedora, ambas co-fundadoras, EL VINO
Nacionalidad: Mexicana / Colombiana
Signo del Zodíaco: Géminis / Escorpio
Instagram: @shopelvino

LATINNESS: Hemos leído que EL VINO fue concebido después de un viaje con amigos a Valle de Guadalupe. ¿Cómo te conocieron, Lulú?  

LULÚ: Quizás Dani sea la más indicada para contar la historia, pero, básicamente, yo hago mi vida aquí en Bruma (Valle de Guadalupe). Evito pasar los fines de semana aquí porque hay muchos turistas. Trabajamos de lunes a viernes, y el sábado y el domingo sirven para relajar en casa.     

Alguien de la bodega insistió en llamarme varias veces para decirme: “Aquí hay una señora que quiere un rosado. Ya le hemos dicho que no queda, pero ella quiere el rosado.” Y yo le dije: “Bueno, tú dile a la señora que ya no hay, pero ni una gota.” Y luego al llegar al trabajo el lunes veo a alguien corriendo detrás de mí. Era Dani (Vargas Dieppa), y me dijo: “Oh, estuve buscando tu rosado.” Y yo pensé, “Mira, la del rosado.”

Al final se llevó tres o cuatro cajas de una añada que yo tenía previsto embotellar tres o cuatro semanas más tarde. Insistió mucho, y me dijo: “Yo quiero hacer vino. ¿Tu podrías hacer algo de vino para mí?” Me habló de su idea para EL VINO: “Yo estoy en la industria de la moda, y quiero que las cosas no sean buenas simplemente, pero que además sean bonitas conceptualmente. Algo que realmente quieras beber, querer, ver, con todos tus sentidos.” 

Dani ya había venido a Bruma antes con sus buenas amigas, las cuales pronto serían las otras fundadoras de EL VINO – Sofia Adjodan, Jessica Flesh y Ramya Giangola – y me encantó la idea de que fuera un equipo formado sólo de mujeres. Yo soy una obsesionada del vino, así que siempre me fijo en lo que lleva dentro, pero también creo que es importante tener otra perspectiva. El vino tiene que estar bueno, pero debe ser más que eso. Me encanta esa nueva manera de ver el producto en su conjunto, de hacerlo bonito por dentro y fuera.

El rosé de EL VINO. Foto por Pia Riverola.

DANIELA: Antes de crear un vino había estado hablando de crear un viñedo. Entonces me dijo una amiga que visitara Valle de Guadalupe, donde el vino me encantó y me ofrecieron una visita guiada. Me di cuenta de que su rosado me recordaba a mi rosado favorito, que es muy difícil de encontrar en este lado del charco. Es francés, claro. Fue en ese momento que pensé: “Tengo que hablar con ellos. Es posible que hagan un rosado para mí. Y el resto es historia, como se suele decir.”  

Me encontré con el propietario de la finca, también socio de Lulú, en este viñedo y le dije que quería lanzar una marca de vinos llamada EL VINO para mezclar el arte, la cultura y la moda con el vino, y para convertir la estética de la industria del vino en una cosa menos intimidante y más bonita. Cuando me dijo que aún le quedaban unas cuantas botellas de vino más que debería probar la próxima vez que pasara por Valle de Guadalupe, le dije “No, no, no, las probamos ahora.” Todos los que me conocen saben que a mí me gusta hacer las cosas en el momento.

Me llevó al viñedo y allí me encontré a Lulú y nos pareció que ella sería la perfecta quinta socia de EL VINO. Ahora que ella continúe la historia.    

LULÚ: Justo habíamos empezado a hacer vino ahí. En la vinicultura hay que programar las cosas. No simplemente puedes decir, “Oh, ¡hagamos vino!” Las uvas solo se recolectan en julio y agosto. Pues tenía este grenache que hicimos y que nos encantó. Estudié en Francia, y viví allí durante dieciséis años, con lo cual pienso que Francia es el único país que tiene una verdadera cultura de beber rosado. España, Italia, Portugal son productores de vino tradicionales, pero no de vino rosado. Así que para mí teníamos que producir un tipo de vino muy elegante, sutil, fresco, súper seco, como los de Provenza.   

Después de conocer a Daniela, me dije que la propuesta tenía todo el sentido. Es como si hubiera producido ese vino para ellos sin haber sido consciente de ello. De hecho, lo hice para mí misma, lo cual demuestra cuanto tenemos en común. Así que nos decantamos por la garnacha, una cepa bastante típica de Provenza. Cuando Dani me mostró la artista, LRNCE (Laurence Leenaert), con quien íbamos a colaborar, vi su estilo, muy elegante pero también divertido, y todo encajó.       

El vino realmente estaba en sintonía con la creación de todo aquello. Esa fue la idea inicial: de ser coherentes con el producto y con la imagen. Hay varias técnicas para hacer rosado. Para mí, lo llamamos la “técnica noble,” la prensa directa, lo que significa que recolectamos las uvas, las machacamos y dejamos las pieles con el mosto. Porque el mosto – el jugo – no tiene color. Son las pieles las que le dan el color. Las dejamos con el mosto durante una, dos, tres, cuatro horas, y entonces prensamos, y obtenemos sólo el mosto, y ese mosto, un tanto coloreado, luego entra en el proceso de fermentación. Así que, mientras yo trabajaba el lado técnico, las otras cuatro fundadoras de EL VINO, todas provenientes del mundo de la moda, se encargaron del aspecto creativo y todo cuajó de una manera realmente perfecta.

Sauvignon blanc de EL VINO y cerámicas de LRNCE.

LATINNESS: Siendo una empresa fundada por mujeres, estáis revolucionando la industria con la idea de llevar la estética al proceso ya desde el inicio, como ya habéis dicho. ¿Por qué creéis que esto no se había intentado antes?      

LULÚ: Bueno, no creo que nosotros, los viticultores, seamos muy fashion. Yo soy una obsesionada de esto, y son dos ambientes, entornos, culturas muy diferentes. En la viticultura todo lo hacemos despacio. Necesita tiempo. Necesita paciencia. En el mundo de la moda todo va rápido. Hay que estar siempre un paso delante, y todo se mueve muy rápido.         

Creo que, en el fondo, somos muy tradicionales en la viticultura. Así que son dos formas muy diferentes de trabajar. Por eso es difícil para los viticultores tomar contacto con el mundo de la moda, porque nuestros métodos de trabajo son tan diferentes. En la industria del vino, desafortunadamente, hemos aprendido un tipo de historia, un bagaje tradicional muy pesado y una manera de ser muy esnob, aunque las cosas estén cambiando. A mucha gente le intimida el vino. Muchos dicen, “Ay, no, de vino yo no sé nada.” Y ahí yo digo, “Bueno, lo primero es beberlo.” Y esa filosofía sintoniza con lo que significa EL VINO: Derribar ese lado más intimidante del vino para poder disfrutarlo de una manera bonita.          

Los aficionados del vino son gente muy educada, y eso dificulta mucho la entrada de nuevos consumidores. Creo que es por esta razón que estos dos mundos no conectaron antes. Lo que ha hecho EL VINO en mi opinión es impresionante, y además iba de tomar vino, ¿sabes? Eso lo hace relevante para nuestros tiempos.   

DANIELA: Creo que la estética no suele ser una prioridad en esa industria porque el dominio de la viticultura por parte de los hombres se ha concentrado en el lado más serio y un tanto esnob del vino, en términos de gusto y renombre, y quizás por eso la industria no tuvo el coraje de meterse en temas estéticos, por miedo a desprestigiarse. Y, para que no haya malentendidos, nosotras también nos tomamos el buen vino muy en serio, pero, ante todo, creemos que el vino puede dar acceso a un estilo de vida más experiencial, a las cosas que lo rodean, y para mí eso es lo que hace tan único a EL VINO. Gran vino, espectaculares jarras para la mesa, gran diseño, pasarlo muy bien con los amigos, ¡una experiencia realmente inolvidable y relajada!  

LATINNESS: Lulú, ¿pruebas diferentes vinos cada día?

LULÚ: Esto es lo que recolectamos ayer. Es un sauvignon blanc, está fermentando. Tenemos que probarlo cada mañana para ver cómo está progresando. Una pena que no puedas olerlo, porque huele fenomenal, a piña y a guayaba.

Por suerte, como los pruebo todos los días, nuestros vinos contienen menos alcohol que el vino normal. Gran parte del mercado está buscando vinos menos alcoholizados, de 12% en vez de 14%. Menos alcohol supone menos azúcar al inicio, y así acabas con un vino más acido y fresco. La frescura te hace pedir la segunda, tercera, cuarta copa, y te entran ganas de comer. Como dijiste tú, es un momento de placer. Entonces con vinos menos alcoholizados y más frescos disfrutas más de la comida y del momento, y eso también es importante.      

Fotos por Pia Riverola.

LATINNESS: Me encanta esta idea, porque si no sabes mucho de vinos, cuando planificas una cena o pones la mesa, el vino suele ser lo último en lo que piensa la gente. Con este concepto, EL VINO se convierte en parte del proceso de planificación de una cena.

DANIELA: Sí, es como una conversación. Yo colecciono platos de todos los rincones del mundo a los que viajo. Mi colección de menaje es un resumen de todos los sitios a los que he viajado. Así, para nosotras, tenía mucho sentido incluir este art de table en lo que significa EL VINO, y verlo como una ampliación de nuestras colaboraciones creativas.  

LATINNESS: Lulú, la expresión “female winemaker” nos disgusta porque se te debería llamar únicamente “winemaker.” Tú que eres la inspiración de la próxima generación de chicas que aspiran a ser viticultoras, dinos, ¿qué desafíos tuviste que superar en una industria tan tradicional durante tus experiencias en América y Europa?   

LULÚ: Es gracioso, porque me fui de México con 18 años y pasé 16 años viviendo en Burdeos. Claro, sabía que todo en Francia va de la égalité y de la fraternité y pensaba que México sería mucho más machista que Francia. La verdad es que, aunque México en lo global sí que es más machista que Francia, en la viticultura Francia es muy tradicional. ¿Sabes?, queso, vino y pan – eso es Francia. Eso lo sufrí mucho estando allí. Cuando recibía a gente, ellos suponían: “Ah, tu eres la chica de marketing o de relaciones públicas” o “¿Tu eres la vendedora?” Nunca entraban con la suposición de que yo trabajaba en la producción, de que yo era la winemaker. Siempre me preguntaban: “¿Diga, quien es su marido?” o “¿Usted es de la familia?” Fue muy, pero muy duro.   

Era un entorno muy dominado por los hombres, y mucha gente tardó en comprenderlo. Por ejemplo, en mi universidad, nosotras formábamos la mayoría de la Facultad de enología de Burdeos. Quizás un 60% de estudiantes eran mujeres, pero de ese 60% quizá un 5% acabó trabajando en la producción. Era una cosa que se hacía para obtener cultura, ya que muy pocas luego se dedicaron a esto.      

Al volver a México, me decía a mi misma: “Dios mío, si esto se parece a Burdeos, entonces México será un infierno.” Sorprendentemente, cuando volví a México, al ser una industria muy joven, yo no era una female winemaker, sino una winemaker. No fue ningún problema porque aquí justo estamos empezando.        

En Baja somos la segunda generación de viticultores, y entre la primera generación ya había mujeres. De diez viticultores, quizá tres son mujeres, lo cual es mucho, y así a nadie le importaba que yo fuera mujer, y sigue siendo así. Es que no es una cuestión. Me parece un hecho importante para futuras generaciones, ya que significa que no siempre depende de la cultura del país en el que te encuentras. Creo que, si nos apoyamos entre todos como industria, eso es suficiente porque, claro, no podemos controlar lo que pasa en todo el país. ¿Verdad? Aquí en Baja, podemos controlar la industria, y si la impulsamos y continuamos hablando de winemakers inclusivamente, eso supone la diferencia.

Vistas del viñedo en Bruma Valle de Guadalupe.

LATINNESS: Qué bueno lo que dices.

LULÚ: En California es igual. Quizás no sea una industria tan joven como la mexicana, pero sí tiene un ambiente más abierto que la europea.

LATINNESS: Cuando pensamos en vinos latinoamericanos, solemos pensar en Chile y Argentina, y por eso es fascinante saber del furor que está causando el vino mexicano en el ámbito internacional. ¿Cuales son algunas de las características de los vinos de Valle de Guadalupe? 

LULÚ: Una cosa que es muy a tener en cuenta es que nosotros somos muy pequeños. Cuando tu piensas en Chile y Argentina, son producciones gigantescas. Estos países ya están entre los top cinco productores en el mundo. En Baja, esto nunca pasará porque somos un clima muy desértico, y por eso no tenemos bastante agua para producir más uvas. La madre naturaleza nos limita a permanecer pequeños y eso mantiene la autenticidad del vino y lo mantiene muy personal.

Y va más allá del vino. Baja tiene comida buenísima. Pienso que Oaxaca y Baja California son las capitales nacionales de la gastronomía. Cuando vienes al Valle, te alojas en bonitos hoteles, tipo boutique, con una arquitectura impresionante, tomas vinos fantásticos y comes muy bien, y cuando digo muy bien hablo de nuestra langosta, nuestro atún, ostras, almejas, cangrejo, todo recién pescado y preparado aquí por chefs que marcan tendencia alrededor del mundo. Todo este conjunto es ahora una experiencia. El buen vino no es suficiente. Es la base, pero hace falta tener todo lo otro, ¿verdad? Para mí, eso hace de la región algo muy especial.

En vinos blancos tienes gran acidez, frescura, y fantástica fruta. Los tintos son un poco más densos y fuertes, y eso combinado con el paisaje que ves y la espectacular comida que estás comiendo lo convierte en algo diferente. Creo que esa es la razón por la cual Valle de Guadalupe es tan popular ahora, porque nosotros entendemos que la gente quiere una experiencia, quiere vivir algo, no solamente un buen producto – la experiencia en su conjunto es lo que cuenta. Y eso también es la esencia de EL VINO. La experiencia es que tu mesa sea bonita con esa botella. Así que creo que en el Valle estamos creando experiencias.

Bruma Valle de Guadalupe.

LATINNESS: ¿Y hay alguna cosa que gente en el extranjero quizás no sepa sobre Valle de Guadalupe?  

DANIELA: Que no está a más de tres horas en coche desde West Hollywood. Yo voy y vuelvo el mismo día. He llegado a salir para comer con Lulú y después he vuelto. Me parece importante tenerlo en cuenta. Se tarda más en llegar de Nueva York a los Hamptons de lo que se tarde en llegar al Valle desde Los Ángeles, porque realmente no hay mucho tráfico en el viaje de ida. Es una pasada que una pueda estar en un mundo tan diferente pero tan cercano, comiendo tan bien y bebiendo este vino tan delicioso.

Bruma Valle de Guadalupe.

LULÚ: Cuando yo vivía en Burdeos, un mercado muy importante, claro, era París. Me encanta la comida. Adoro la comida. Solía visitar todos los grandes restaurantes y chefs, lo cual me encanta, pero era una experiencia de guante blanco y de cloche. Casi había que hablar de esta manera (susurra) porque el precioso entorno intimidaba. Todo aquello tiene su encanto, pero nunca me he sentido demasiado a gusto ahí. Me causa gran satisfacción que EL VINO y el Valle tienen este lujo despreocupado. Es un tipo de lujo bruto, sin guantes blancos, sin cloche, hay tierra y un paisaje hermoso, pero estás comiendo caviar y erizo de mar, comida de categoría mundial en un ambiente muy relajado y acogedor.

Fotos por Pia Riverola (izquierda) y Conr Kinman (derecha).

LATINNESS: Esta idea de largas comidas distendidas, de una mesa impecablemente puesta, con sobremesa, es claramente un guiño a la cultura latina. Ya que vosotras dos sois las únicas latinas entre las cinco cofundadoras, ¿puede ser que esto fuera un aporte intencional de vuestra parte cuando el proyecto aún estaba en fase de construcción?    

DANIELA: Ante todo, EL VINO es una ampliación de la forma en la que realmente vivimos. Como cuando antes hablaba de poner la mesa con piezas coleccionadas por todo el mundo. O aquella nevera verde que sale en la foto de la campaña, la nevera verde con la pegatina de EL VINO – yo voy a la playa así. Viajo a todos lados con accesorios porque quiero llevar conmigo esa manera de ser, esa manera de la que a mí me gusta ser. Puede que eso sea la latina ahí dentro de mí. Claro que nos importa cómo está puesta la mesa, para decirlo de una manera.   

Que las cosas sean bonitas es una esencia latina, pero si es bonito también querrás quedarte más rato, ¿verdad? Y si vas a la playa, y lo haces bonito, te quedarás un tiempo más. La idea, como tu ya dijiste, realmente va de quedarse más tiempo, en plan: “¡Tomemos otra copa de vino más!”

LULÚ: Y allí también está el lujo, ¿no? La sobremesa hoy en día es un lujo. Ya no nos permitimos el tiempo para hacer las cosas que amamos, y la sobremesa es un tipo de lujo en estos tiempos.

Fotos por Pia Riverola.

LATINNESS: Desde luego. Ya que estamos en ello, ¿cómo funcionan estas colaboraciones con EL VINO y cual es el plan para el futuro?

DANIELA: Nuestra primera colaboración es con LRNCE, cuya trayectoria seguimos desde hace tiempo y quien nos encanta. Ramya Giangola, una de nuestras cofundadoras, justo había estado en Marrakech antes de la pandemia y conoció allí a Laurence, y así nos propuso que preguntáramos a Laurence si le gustaría diseñar nuestra botella y nuestra etiqueta. ¡Y le encantó la idea!   

Con las colaboraciones creativas realmente se trata de elevar la estética del vino de todos los días. Además de etiquetas y botellas bonitas, también tenemos una selección personalizada de objetos bonitos como jarras, copas, sobremesas – ¡ya me entendéis!  

Al principio la idea fue que Laurence diseñara una etiqueta para el vino de verano, pero como nos aportó siete etiquetas, todas maravillosas, escogimos tres y fue tomando forma la idea de que ella fuera nuestra colaboradora creativa para el año. Al mismo tiempo, ya habíamos pactado una colaboración con Claire V., que estrenaremos en noviembre y que nos hace mucha ilusión. La colección de primavera ya está confirmada, pero aún no la podemos desvelar… Tenemos confirmadas colaboraciones para todo el año que viene, y cada colaboración contiene un elemento diferente en relación al estilo de vida EL VINO. Más que un vino, EL VINO realmente es una forma de vivir.

Imágenes cortesía de EL VINO y Daniela Vargas Dieppa.