CAFECITO CON
CAROLINA OBREGÓN: “SE TRATA DE TOMAR EL CONOCIMIENTO CIENTÍFICO COMO UNA HERRAMIENTA DE DISEÑO”
Nombre: Carolina Obregón
Profesión: Experta en biodiseño, profesora en Parsons School of Design
Nacionalidad: Colombiana
Signo zodiacal: Sagitario
Instagram: @carro.obregon
LATINNESS: Carolina, te conozco hace rato como académica; sin embargo, no sabía que habías estudiado diseño de moda. Háblame un poco de este camino.
CAROLINA: Estudié en Parsons; hice Fashion Studies. Trabajé en la industria de la moda en Nueva York por muchos años, alrededor de unos diez. Primero con algunos diseñadores y luego tuve mi propia marca de accesorios. Las trabajaba en Guadalajara, México, y las vendía en Nueva York. Era un proceso muy artesanal.
Después de dar muchas vueltas, me di cuenta de que una de las cosas que siempre me había preocupado era la falta de procesos éticos en lo que estaba haciendo, específicamente carteras y bolsas. Amo la moda y respiro moda desde muy chiquita; sin embargo, cuando uno está adentro se percata de cosas que no son tan chéveres.
Volví a Colombia. Posteriormente, me fui a Los Ángeles, donde trabajé para Coach. La marca tenía un desperdicio abismal en sus procesos. Fabrican en China y después envían todo a La Florida para poner “Hecho en USA” y luego lo regresan a China. ¡Es una locura! Nos llegaban las carteras llenas de plástico y de paquetes.
LATINNESS: No es sostenible.
CAROLINA: No es sostenible para nada. Eso pasó en 2010. En ese momento abrieron una maestría en Diseño Sostenible en la Universidad de Aalto en Helsinki, Finlandia. Me gané una beca y me fui para allá a una edad más avanzada que los otros estudiantes. Fue eye opening, porque los escandinavos, por lo general, son personas que están muy alineadas con la naturaleza, con su entorno y con otros seres humanos. Los respetan.
Finlandia es un país que tiene miles de bosques y lagos y hay muchas actividades alrededor de esto. Al entrar a la universidad me di cuenta de que el diseño podría generar, desde, digamos, su extracción, unos procesos sostenibles que yo entendía, aunque de manera empírica.
Entonces, ahí fue que empecé a comprender cómo podía empezar a aplicarlo dentro del diseño. Así que cuando escribí la tesis decidí no hacer una colección, tampoco producto, porque estaba en un proceso político en el que dije: “no voy a darle vida a algo que después va a terminar en mi clóset”.
Realicé una investigación que me llevó a conocer a Juan Hinestroza, profesor en la Universidad de Cornell; es tal vez una de las personas más expertas en el mundo en nanotecnología de textiles y es colombiano, de Santander. Un ser humano brillante y muy amable.
A través de la tesis nos hicimos muy buenos amigos. Él vino a Helsinki y continuamos nuestra amistad. Al terminar, me fui para Suiza. No pensaba volver a Colombia, pero me ofrecieron el programa de Diseño y Gestión de la Moda en la Universidad Jorge Tadeo Lozano, así que lo creé. Es uno de los primeros en la industria que tiene en su currículum todo un tema de sostenibilidad y uno de los primeros pregrados en Latinoamérica con este enfoque.
Cuando se abrió el programa invité a Juan. También a Gloria Saldarriaga, a Jorge Duque y a Rocío Arias Hofman. La idea era ver la moda con el lente colombiano, pero también con el lente de la tecnología que antes no se contemplaba en el país.
LATINNESS: ¿Allí fue tu inicio en la industria de sostenibilidad, entonces?
CAROLINA: Así es. Dije: “Wow, es increíble lo que se puede hacer con ingeniería”. Luego, me contrataron en la Universidad de los Andes y empecé a dar una clase de moda sostenible y a trabajar con la profesora Giovanna Danies, bióloga y fitopatóloga (la fitopatología estudia las enfermedades de las plantas), en el curso Biodesign Challenge, inspirado en otro que se da en Nueva York todos los años.
Es un concurso internacional en el que compiten usualmente estudiantes de maestría, quienes presentan proyectos que pueden ser conceptuales, pues no necesitan un proof of concept soportado por literatura científica. De allí salen temas como nuevas formas de crear energía, biomateriales, aplicaciones con medicina… hay de todo. Lo chévere de ese concurso, y de este curso en sí, es que participan diseñadores, no ingenieros ni biólogos.
Nuestros estudiantes compitieron (lo han hecho desde el 2017). En 2018, Stella McCartney tenía un special challenge; es decir, hay marcas o compañías que crean un challenge especializado en su área. En ese momento, ella se asoció a PETA para buscar una alternativa a la lana, porque genera impactos ambientales debido al metano y también se presenta maltrato animal. Solo existen dos lugares en Nueva Zelanda y en Perú, en los que hay empresas que certifican que no esquilan.
Así que nuestros estudiantes se propusieron buscar una solución y encontraron que al utilizar fibra de coco y de cáñamo, y ponerle una enzima que se encuentra en la leche, conseguían una morfología muy similar a la de la lana, incluso darle suavidad porque las dos fibras son rasposas, como un estropajo. El proyecto se llamaba Woocoa.
Una de las cosas del biodesign es que se tienen que usar organismos vivos en los procesos, ya sea por biología sintética o por ingeniería genética, como por ejemplo los hongos, el micelio que está tan de moda ahora. Ellos aplicaron el tema a su manera y ganaron el concurso. Fuimos al headquarters de Stella McCartney en Londres y fue muy interesante ver a la persona más quoted en el mundo con el tema de sostenibilidad, tener dificultades al aplicar la sostenibilidad a un nivel tan alto.
En ese momento ella no estaba con Kering y su equipo era muy pequeño. Nos dijeron: “Esto es muy difícil por los costos y por los procesos, que son increíbles, pero no masivos; también el mercado no acepta… hay muchas cosas que no funcionan”.
A partir de ahí, me involucré totalmente en el biodiseño y empecé a trabajar con Giovanna en diferentes procesos.
LATINNESS: ¿Qué es el biodiseño exactamente? ¿Para qué sirve?
CAROLINA: El Biodesign Challenge nació porque su fundador, que es periodista (no diseñador ni biólogo), empezó a escribir artículos sobre biotecnología y se dio cuenta de que había una tendencia y que muchas personas, en diferentes lugares, estaban trabajando con biología o con sistemas biológicos, y no eran biólogos. Algo así como un hacking de la biología.
Así que creó un laboratorio open source, o sea, como de hackers, en Brooklyn, que es uno de los primeros que se fundó en Norteamérica. De ahí empezó a decir: “Bueno, ¿cómo podemos invitar a estudiantes y darle vida a una plataforma para que eso tenga una viabilidad mucho más abierta?”. Esa fue la semilla.
Luego, hay algo que se llama Nature Code Design, que comenzó a suceder antes del biodesign. Al final, los diseñadores siempre hemos creado a partir de la naturaleza por inspiración. Si uno ve el art déco o el art nouveau, son diseños basados en la naturaleza; el Bauhaus 1919 también, pues se trata de diseñar con el entorno.
La diferencia es que el biodiseño acoge los procesos biológicos que de pronto están en un artículo científico y que no pasan de ahí, abre la imaginación y dice: “Ay, cojo esta bacteria, este E. Coli (encontraron que expide color), y ¿qué pasa si la aplico a un textil?”. Se trata de tomar el conocimiento científico que los científicos no aprovechan como una herramienta de diseño. El diseñador asegura “eso es posible”, aunque el científico afirme: “eso no se puede”. Es algo así como poner la imaginación para unir estas dos disciplinas.
El término como tal surgió en 2016 de un libro llamado Biodesign, del editor William Myers, un personaje que vive en los Países Bajos, y Paola Antonelli, curadora del MoMA. William reunió todos los proyectos que existen en el mundo, los puso en esa publicación y desde entonces se empezó a hablar del biodesign, el biodiseño y el Biodesign Challenge.
Lo chévere es que los diseñadores o estudiantes de diseño que participan son de moda, gráficos, industriales, de todo. Y cuando están ahí se dan cuenta “Wow, puedo trabajar con micelio y hacer cosas con eso”.
LATINNESS: Además de Woocoa, tus estudiantes han realizado varios proyectos exitosos a nivel mundial. Cuéntanos de estos.
CAROLINA: En 2019 los estudiantes ganaron el overall challenge con una biotecnología que lograron refrigerar a cuatro grados centígrados e iniciamos un emprendimiento. Patentamos la bionanotecnología y el proyecto, que se llama Nano Freeze, está andando.
En el 2020 ganamos el special challenge en un tema de cosméticos con la marca Mana, uno de los productores más grandes del mundo. Le hacen productos a muchas firmas, entre ellas Chanel. Estaban buscando alternativas a diferentes tipos de cosméticos y los estudiantes consiguieron un pigmento que viene de un hongo y crearon una eyeshadow y con eso ganaron.
LATINNESS: ¿Cuál es el tiempo de comercialización de estos inventos?
CAROLINA: Es muy difícil porque esto empieza en un laboratorio. Luego, lo tienes que sacar de allí y volverlo escalable. Y para que sea posible, por ejemplo, en el caso del Nano Freeze, tienes que conseguir inversión. Y sí pudimos volverlo escalable por esa inversión y también por el equipo. Ahora bien, son solo dos fundadoras quienes lo lideran y una de ellas es tremenda: es mujer, joven y bonita, entonces no le creen. Ese es un tema, pues tienes que hablar con ingenieros y con gente que trabaja en lo que se llama la cadena de frío, y todos son hombres blancos, mayores, y pues llegan esas dos niñas colombianas y no les creen.
Entonces, no se trata solo de temas económicos; hay otros, como que no acepten cosas que vengan de Colombia, porque no es un referente de biotecnología, no la ven como una posibilidad.
Sin embargo, lo chévere es que son equipos interdisciplinarios— conformados por diseñadores, ingenieros y biólogos, y eso te permite construir grupos que le apuesten al proceso y que quieran meterle tiempo, porque en el caso puntual de Woocoa llevamos mucho, desde 2018 hasta ahora, y lograr escalar es poder buscar y encontrar esos actores que estén dispuestos a respaldar, así que no es fácil; tienes que perseverar y tener fe.
Y es que en Colombia no hay los hubs de venture capital, que sí existen en Estados Unidos, en especial en Boston, donde hay mucho para biotecnología; obviamente, en California y Nueva York también.
Lo que sí da el Biodesign Challenge, y Nano Freeze es un ejemplo de ello, es visibilidad y eso permite empezar a recoger frutos.
LATINNESS: ¿Cómo sería la ruta de una marca emergente latinoamericana que quiera hacer la transición de una confección tradicional al biodiseño?
CAROLINA: Lo estamos viendo con proyectos que ya son empresas. Hay uno que empezó por iniciativa de dos ingenieros en México; se llama Desserto, es un cuero vegano, aunque yo prefiero nombrarlo bioleather, porque procesaron biológicamente el residuo del cactus para sacar una piel muy parecida a la animal. Es un proyecto superlindo.
Un diseñador emergente puede escoger ese cuero y usarlo dentro de sus procesos. Pero hay otros que están acogiendo este hacking para hacer cosas en su atelier o en su casa o en su cocina con micelio, por ejemplo.
¿Cómo? Está el hongo, ¿cierto? Este sale de la tierra y tiene algo llamado las hifas, que son como unos pelitos y a estos es a los que se les conoce como micelio. Cuando ese micelio se pone en un molde y empieza a crecer, la idea es detener el crecimiento y hacer un tipo de estructura material que es muy parecida al icopor. Existe una empresa que se llama Mylo, en California, que está haciendo un cuero a partir del micelio.
LATINNESS: Ya vi que varias marcas lo están haciendo; les compran a ellos, básicamente.
CAROLINA: Exacto. Pero retomando la pregunta, Bolt Threads, que es una empresa en Estados Unidos, empezó a trabajar con Stella McCartney para sacar un tipo de hilo biológico. Y lo lanzaron con una pieza de la diseñadora en 2019, que salió en el MoMA.
Inició a un nivel muy chiquito, pero tener esa visibilidad con diseñadores es lo que hace que proyectos como estos puedan llegar a comercializar esos procesos. Y eso es más o menos lo que queremos emprender en Colombia: trabajar con diseñadores emergentes y ya reconocidos, y decirles: “Cojan esto y hagan lo que ustedes quieran” y poder tener esa visibilidad.
LATINNESS: ¿Hay en este momento una organización o un directorio al que uno como diseñador pueda acceder para encontrar esos materiales?
CAROLINA: Está Material ConneXion, una organización que lleva 20 o 25 años y te ofrece acceso a una biblioteca de materiales, aunque tienes que pagar. No es open source; está cerrado a universidades y me imagino que a empresas también.
Existe otra página, Materiom.org, creada por unos personajes en Chile; tiene igualmente un banco de materiales y recetas para diseñadores y para quienes quieran hacerlo su casa. Hay otra de los Países Bajos que se llama Material District; allí encuentras información sobre materiales; es super chévere porque consignan todo lo que está pasando en arquitectura, en empaques y uno puede acceder a la información y contactar de manera directa a la persona o la empresa. Sin embargo, no existe un lugar específico; está todo muy regado.
LATINNESS: ¿Cuánto dura un material de estos en promedio? ¿Tiene algún proceso especial?
CAROLINA: Lo que está muy de moda es el cuero proveniente del micelio o de algún tipo de proceso biológico. El cuidado es el mismo que le darías a una cartera de cuero o a un accesorio de ese material, pues no lo lavas. Pero hay un tipo de piel que también se está utilizando para zapatos, incluso los deportivos, que te ofrece la misma durabilidad que tendrías con el cuero animal.
Hay una empresa que salió del Biodesign Challenge, llamada Algiknit; se trata de un grupo de estudiantes del FIT que crearon un tipo de hilo hecho de microalgas. Ganaron y ahora es una empresa que vale 70 millones de dólares. Las fundadoras son unas chicas diseñadoras que pudieron sacar una prueba de concepto, pero no han salido al mercado; o sea, han hecho pruebas, como al estilo Stella McCartney, aunque aún no lo lanzan de manera oficial. Son procesos que demoran diez años.
LATINNESS: Lycra duró 12 años en salir al mercado en los años cincuenta.
CAROLINA: Exacto. Y todo el mundo quiere las cosas ya, pero la industria, como la conocemos, lleva 100 años. ¿Cómo vamos a hacer esto en un minuto? No se puede.
LATINNESS: Háblanos sobre el desarrollo que mencionaste en el artículo que publicaste junto a tu equipo en el Journal of Natural Fibers, que muestra el uso de cannabis sativa como aplicación textil.
CAROLINA: Pues ese desarrollo nace de Woocoa, en 2018. Empezamos a usar un tipo de extracción. Un amigo nos mandó unos palos de marihuana a los Andes, y me dijo: “hagan algo con eso, pues no sé qué puedo hacer yo”. Él siempre había soñado con poder crear alguna fibra a partir de los palos.
LATINNESS: ¿Hay una diferencia entre el hemp y la marihuana?
CAROLINA: Siempre se confunden. Está el hemp o cáñamo, por un lado, y la marihuana, por el otro. El hemp es una planta que crece unos cinco metros y la marihuana llega a los noventa cm o un metro o metro veinte. Por ende, el primero es más interesante, por lo que es mucho más largo, ¿no? Los países que lo producen son Canadá y China.
También es importante decir que el THC de la marihuana sale de la flor, mientras que en el hemp se usa todo y el palo no cuenta con el THC que posee la marihuana; tiene 0.3 y la marihuana, como 30; creo que es algo así. Entonces, no hay presencia del cannabinoide de la marihuana y, por tanto, no es psicoactivo.
La diferencia con lo que estamos haciendo es que utilizamos el residuo; no plantamos árboles nuevos de cáñamo. Solo aprovechamos un residuo que, por lo general, se quema o se bota; no tiene ningún propósito o uso.
La marihuana crece muy muy rápido, porque es una maleza. Lo usual es que toman la planta, la emplean para hacer CBD, para utilizar el aceite, y lo demás lo botan. Lo que nosotros hicimos fue extraer la fibra; este proceso arrojó un resultado muy parecido a lo que había pasado con el coco y con Woocoa y la enzima.
Se lo mandé a Juan a Cornell; allá tienen unas máquinas de locura. Hizo un estudio y dijo: “Wow, aquí hay una oportunidad, porque la morfología de esta fibra es muy parecida a lo que tenían antes. Miremos a ver cómo podemos sacar esto y hagamos un paper”. Realizamos todo el proceso y logramos tener unas pruebas de concepto muy pequeñas, pero conseguimos sacar una fibra que se puede aplicar a un textil. Y es realmente circular, porque viene de un residuo. Si no le has hecho ningún proceso químico, la puedes degradar.
Esto lo vemos como una gran oportunidad para Colombia, porque ahora ya hay una regulación para utilizar el cáñamo o los derivados de la marihuana, pues antes solo se podía la segunda. ¡Es increíble!
LATINNESS: ¿Cómo crees que lucirán nuestros armarios en cincuenta años o en un futuro más cercano?
CAROLINA: Wow, algo así se discutió en The Business of Fashion. Alguien puso en Twitter: “Debemos comprar menos y ser más sostenibles”. Y todo el mundo le cayó encima: “¿Cómo? Eso solo para las personas que tienen el dinero para hacerlo”.
En mi caso llevo comprando ropa de segunda y vintage desde que viví en Nueva York en 1994, porque no tenía plata. Siempre lo hago. Tomo lo que hace Gloria: compro y apoyo al diseñador colombiano. Para mí es importante respaldar al diseñador local y adquirir lo necesario. Ahora estoy tratando de no comprar cuero (zapatos, botas), pero es muy difícil encontrar algo que sea bueno.
LATINNESS: ¿Los bioleathers son más costosos?
CAROLINA: Exacto. Entonces le toca a uno pensarlo. Creo que en cincuenta años vamos a tener, como dice Juan Hinestroza en su presentación de nano estructuración, textiles. Eso es lo que estamos haciendo con otro emprendimiento: darle un propósito al textil. O sea, que te dé frío o calor, que pueda regular tus signos vitales; que no sea solo algo estético, sino que también forme parte de tu vida, que genere salud, incluso un olor. Creo que es lo que va a pasar, va a ser la siguiente revolución textil.
LATINNESS: En gastronomía es similar, de hecho.
CAROLINA: Exacto. Vamos detrás de la revolución gastronómica, que empezó con el bougie en 2004 y la micro cocina. Creo que el camino es hacia allá. En el 2011, Steve Jobs dijo: “la próxima revolución industrial va a ser la de las ciencias con la tecnología”.
LATINNESS: Cuéntanos, aparte de ser profesora, ¿qué proyectos estás desarrollando?
CAROLINA: Actualmente, soy mentora y asesora de Spora Studio un emprendimiento donde se desarrollan materiales y productos como empaques a partir del micelio (hongos).
También, soy profesora y académica en Parsons School of Design en la escuela de moda y de diseño estratégico.
LATINNESS: Quizás uno de los problemas más grandes con la industria de la moda es la compra masiva y constante de ropa, y su desecho. Si el biodiseño se convierte en masivo. ¿Crees que la solución vuelva a convertirse en el problema?
CAROLINA: Claro, sí, total. Cualquier cosa masiva no es sostenible.
LATINNESS: Sí. Más bien se trata de un control individual.
CAROLINA: Claro. El consumo responsable. Mis profesores en Finlandia, personas importantes en el mundo del diseño, compraban una chaqueta o un abrigo y siempre los veía con lo mismo puesto.
LATINNESS: Igual que Steve Jobs, de alguna manera.
CAROLINA: Sí, exacto. Es que no necesitamos todo lo que compramos. Pero si tomas los biomateriales y los masificas, tienes el mismo problema. Creo que es una alternativa y no me gusta decir que es una solución, ni un reemplazo. Es solo una alternativa.
Imágenes cortesía de Carolina Obregón.