Elena Reygadas. Imagen por Maureen Evans.

CAFECITO CON

ELENA REYGADAS: “ACTÚO MÁS CON LO QUE ME MUEVE EL CORAZÓN Y LAS ENTRAÑAS”

Nombre: Elena Reygadas
Profesión: Cocinera
Nacionalidad: Mexicana
Signo zodiacal: Virgo
Instagram: @elena_reygadas

LATINNESS: Desde temprana edad tu entorno familiar se impregnó de sabores y aromas. ¿Cuándo te enamoraste de la cocina?

ELENA: Desde niña, en mi casa se hacían continuamente comidas. Mi madre viene de una familia numerosa, así que le gusta mucho ser anfitriona y recibir personas. A mi padre, en cambio, le encanta comer, en especial lo más exótico; es muy curioso. Creo que verlo nos llevó a mis hermanos y a mí a querer probar y a darnos cuenta de que la comida es un reflejo de la cultura y de la historia

Desde que recuerdo, me sentí cómoda en la cocina, pues era mi manera de dar cariño. Era la típica niña que llegaba al cumpleaños de una amiga con pastel o que cuando venían mis compañeras a comer les preguntaba qué tipo de pasta les gustaba. 

Sin embargo, estudié Letras Inglesas. Quería ir a la UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México). En ese entonces, sí pensé en dedicarme a la cocina, pero en realidad, solo había una escuela en México y mi intención era asistir a la universidad. Sentí que la cocina era mi hobby y nada más.

LATINNESS: ¿Cómo pasaste de Letras a la cocina?

ELENA: Terminando Letras se me juntaron varias cosas. Por un lado, cocinaba cada vez más porque trabajaba en el Museo Tamayo y el que era el director hacía fiestas todo el día. Yo cocinaba para él. Por el otro, mi hermano estaba filmando una película y me pidió que le ayudara con el catering. 

Empecé a tener contacto con la cocina de una manera más responsable y ahí me di cuenta de que era lo que más disfrutaba. Después de hacer mi examen profesional, me fui a Nueva York y realicé un curso intensivo y práctico en el French Culinary Institute. Ahí supe que me sentía bien donde estaba. 

Después, me fui a Londres y allí estuve durante casi cinco años. Trabajé en cocinas todo el tiempo hasta que nació Leah y decidí regresar a México porque sentí que era muy difícil combinar el ser madre y cocinera en ese país. Además, quería que mi hija estuviera cerca de su familia. 

Al volver, empecé a hacer cenas a puerta cerrada, una vez a la semana, para amigos y amigos de mis amigos en una casa que estaban por vender. El resto de días hacía pan. Poco a poco, me fui adentrando a cocinar en México, a estar en contacto con los proveedores, a sentirme cómoda conmigo misma y a entenderme también como madre. 

Luego, nació mi segunda hija y estuve en una dinámica similar hasta que en 2010 dije: “Ya no quiero hacer cenas, quiero tener un restaurante formal”. Era muy difícil contar con un equipo fuerte, siendo ocasional lo de las cenas. Sin embargo, en 2010 abrí Rosetta.

Restaurante Rosetta en la Colonia Roma Norte, Ciudad de México. Imagen de Alejandro Ramírez Orozco.

LATINNESS: Cuéntanos de esa apertura. ¿Cómo la imaginaste desde el principio?

ELENA: Tiene una fuerte influencia italiana porque venía de trabajar muchos años en un restaurante italiano en Londres, y un gusto por lo artesanal y por el ingrediente. Con el tiempo, me fui relacionando más y más con los ingredientes mexicanos y con los proveedores de mi país, siempre con la intención de destacar el producto y el ingrediente que, para mí, es lo más importante en la cocina y en los sabores. 

Lo italiano se quedó un poco de lado aunque sigo ofreciendo pastas y me fascina toda esta parte de la comida hecha con las manos. Cada vez más estoy más cerca de lo mexicano en cuanto al ingrediente y a sus momentos naturales, a entender la lluvia y la sequía. 

Han pasado 13 años desde que abrí. Hace mucho que tú no vienes, Kelly, pero es un restaurante muy particular, porque hay pastas y también sabores mexicanos. Bueno, ¡Todos los sabores son mexicanos! 

Hay un cambio constante en el menú. Mi intención era que fuera muy agradable, que le diera la bienvenida a las personas que quisieran estar, que tuviera mesas largas, sobremesas y además, una comida muy rica. Un ambiente relajado. 

Hoy día es un restaurante muy diverso, pues vienen adultos, gente joven, familias, personas de negocios, extranjeros, nacionales… Eso me gusta: no es un restaurante muy específico, sino, más bien, ecléctico, y eso lo hace muy vivo y muy bonito.

Rosetta interior by Maureen Evans (1)

El interior de Rosetta.

Savoy cabbage taco, with pistacho pipian and romeritos by Maureen Evans

Saboya, taco de col con pipián y romeritos. Imágenes de Maureen Evans.

LATINNESS: ¿Y cómo surgió la panadería?

ELENA: Dos años después, abrí la panadería. Al inicio hacíamos el pan para el restaurante y la gente lo pedía para llevar. Luego, los vecinos aparecían en las mañanas, antes de que abriera el local, y lo compraban. 

Al comienzo, era un espacio muy pequeñito, pero tras la pandemia pude extenderlo. Al lado había una galería que decidió cerrar, entonces ahora es mucho más grande. 

Después, inauguré otra panadería en la Juárez, en la calle Havre, que se convirtió más en una cafetería, y seguidamente abrí Lardo. Hace ocho meses estrené Bella Aurora, un restaurante muy lindo, lleno de plantas y de comida italiana. Hay gente que lo llama el “Rosetta vintage”, porque mantiene el estilo italiano que dejé de lado en Rosetta.

Panadería Rosetta. Imagen por Maureen Evans.

Guava roll by Ana Lorenzana

El Guayaba Roll en Panadería Rosetta. Imagen de Ana Lorenzana.

Chef Elena at Panaderia Rosetta by Maureen Evans

Elena Reygadas por Maureen Evans.

LATINNESS: Me mudé a México en 2011, y en ese momento, Rosetta era el nuevo restaurante. ¡Todo el mundo quería ir! Hoy día, 13 años después, sigue siendo un referente de la ciudad y su escena culinaria. ¿Cuáles son esas características innegables que hacen que un restaurante tenga un éxito así: atemporal y duradero?

ELENA: Creo que para que un restaurante tenga una vida a largo plazo, debe ser un lugar donde se conjuntan muchas cosas: que la comida esté muy rica, que te sientas bien y que te sorprenda. 

El hecho de que un lugar no se deje envejecer tiene que ver con que pueda entender los momentos y los cambios. Además, es importante que sea un lugar pensado para los locales; eso hace que tenga una vida larga, pues lo vuelve atractivo para los no locales.

Si visito cualquier ciudad del mundo, quiero ir a comer a donde van los locales. Es fundamental cuidar que los locales no dejen de venir, y que la gente que siempre ha venido, pueda seguirlo haciendo. Eso ayuda mucho a que se sienta un lugar vivo y no avejentado, o solo para extranjeros. Creo. Pero, bueno, siempre es un misterio.

Rosetta interior by Maureen Evans

Rosetta interior y bar. Imágenes de Maureen Evans.

Rosetta bar team by Maureen Evans

LATINNESS: Nunca lo había pensado así, pero es cierto. Uno no puede olvidar a los locales.

ELENA: No. Creo que es superimportante, porque si te olvidas de ellos, el restaurante se vuelve otra cosa, ¿no?

Lo que hacemos, por ejemplo, es que no todas las mesas las dejamos en reserva de open table. Guardamos lugar para los walk-ins, para la gente que de último momento quiere venir y no reservó tres semanas antes. 

No queremos que se pierda la espontaneidad ni que la persona que de último momento se antojó, no pueda venir. 

Aunque aún no lo conoces, en la parte de arriba de Rosetta, que es donde estoy ahora, hicimos un bar para que te tomes un cóctel antes de sentarte. De esta manera, hemos logrado que la gente que viene de walk-in pueda estar muy a gusto en lo que una mesa se va. Eso también nos ha hecho meternos en el mundo de las bebidas, que es otro universo.

LATINNESS: Elena, has contribuido a reducir la brecha de género que se ve en la alta cocina. Cuéntanos sobre las acciones que has implementado en tus cocinas.

ELENA: Creo que el hecho de ser mujer y de haberme embarazado mientras estaba en una gran cocina, me hizo darme cuenta de muchas cosas. Y bueno, el hecho de ser madre y cocinera que, sin duda, ha sido mi mayor reto: poder estar de la mejor manera en esos dos universos.

Eso me ha dado mucha empatía con el resto de las mujeres que están en mis restaurantes, porque veo lo complejo de ser madre, y a la vez, cocinera. Y lo es por un montón de razones; en especial por términos prácticos de horarios, pues los restaurantes son lugares donde no hay un horario de oficina, que es el que coincide con las guarderías, las escuelas, las personas que cuidan a tus hijos.

Lo anterior me ha llevado a escuchar cada caso en especial. Hay mujeres que lo tienen resuelto, pero a otras se les complica más. Hay madres solteras y he podido ser flexible para que puedan estar cerca y con nosotros, trabajando de una manera plena y sin tener que dejar de hacerlo por ser madres. 

Muchas mujeres laboran solo en los turnos de la mañana: las que son madres y que lo tienen complejo. Tengo una chica que recoge a su hijo y lo deja aquí en lo que se van a su casa. En este tipo de situaciones vale mucho la flexibilidad, algo que, tristemente, no es tan frecuente.

Rosetta pasta team by Maureen Evans

El equipo de pasta y pastelería de Rosetta. Imágenes de Maureen Evans.

Rosetta pastry team by Maureen Evans

LATINNESS: ¿De allí salió la beca Elena Reygadas?

ELENA: Hace un año, después de pensar en cómo contribuir a que la brecha no fuera tan grande, lancé esta beca de manutención a mujeres estudiantes de cocina. Después de viajar y de hablar con otras mujeres, me di cuenta que, si bien hay muchas escuelas de cocina del Estado que son gratuitas, el tema de la manutención es una brecha más para ellas, porque paradójicamente, están en ciudades más grandes. 

Las familias de poblaciones más pequeñas, por lo general, no pueden enviar a todos sus hijos e hijas a la escuela, y a quienes mandan primero es a los hombres, ya que las mujeres son las que cocinan en casa. 

A las que están a cargo de los hogares, de las familias, a quienes cocinan y les gusta hacerlo, no se las motiva, e incluso, no se les permite estudiar cocina porque, entonces, ¿quién hace eso en su casa? 

Se pensaría: “Bueno, no hay problema, porque las escuelas son públicas”. Pero qué pasa con la manutención cuando te tienes que mudar de la casa de tus padres, ¿no? Además, en las escuelas de cocina, aunque sean públicas, se requiere mucho material e ingredientes; incluso, algunos cuchillos. 

La cocina es un oficio que necesita utensilios, que a veces no son tan económicos. Por eso este apoyo a la manutención se pensó para las escuelas gratuitas, aunque, en realidad, está abierto a cualquier chica, estudie en una escuela pública o privada. Pero lo ideé más para las de escasos recursos. 

La respuesta ha sido increíble, porque lo lancé de una manera muy casera; es decir, dentro de mi restaurante, con mi equipo. Y en un mes llegaron 300 solicitudes de toda la República. 

Empezamos tres y después, por fortuna, el Banco Santander, que ofrece desde tiempo atrás becas de educación superior, se enteró de lo que estábamos haciendo, se acercaron a mí y ahora, con su apoyo, crecimos a 20 becas. Posiblemente, van a ser más, porque este año, en una semana, hubo 200 solicitudes. 

Ahora, por ejemplo, una de las becarias me escribió para contarme que estaba en Santander haciendo prácticas de cocina y me dijo: “¡Estoy tan agradecida! Gracias a la beca puedo estar acá”. 

Son granitos de arena que cambian de manera radical el destino de las personas. El hecho de que una chica de una comunidad de Guerrero esté ahora en Santander, en un restaurante, y que luego regrese y pueda liderar una cocina, me parece muy importante.

LATINNESS: Eres cocinera, emprendedora y haces filantropía. ¿Qué legado te gustaría dejar como Elena Reygadas para México y para el mundo de la gastronomía?

ELENA: Pues mira, no soy tan estratégica ni pienso tanto en el futuro. Actúo más con lo que me mueve el corazón y las entrañas. Así actúo. Pero supongo que, por ejemplo, con lo de la beca, me encantaría que sí se genere una mayor presencia de chicas en la cocina. Y es que para muchas mujeres, principalmente jóvenes interesadas en el oficio, me he convertido en un referente. Y que sea una imagen a seguir, les da la idea de que sí es viable, pese a que somos mujeres y madres, y vivimos en las condiciones que vivimos. Eso me parece hermoso. 

Para mí, este reconocimiento es lo más bello. Así que el legado sería poder contribuir de distintas maneras a que en las cocinas profesionales, fuera de lo doméstico, pueda haber más mujeres. Eso me haría muy feliz. 

Y bueno, ya si soy más ambiciosa, también diría que quisiera ayudar a preservar la biodiversidad de ingredientes que tenemos en México, más allá de los restaurantes. Que en lo doméstico, en el día a día, podamos valorar y utilizar ingredientes que cada vez se usan menos por miles de razones. Eso sería algo importantísimo para la riqueza de biodiversidad con que contamos en este país, y que no solo es biodiversidad en ingredientes, sino una biodiversidad que se transforma en cultura, en comunidad, en muchas otras cosas. Por eso me parece tan importante.

LATINNESS: México está viviendo un boom desde hace un rato, y en la pandemia explotó todo, pero la gastronomía mexicana siempre se ha reconocido mundialmente. ¿Cómo lo has vivido?

ELENA: En gastronomía siempre hemos tenido una cultura importantísima, pero es verdad que no hace tanto empezamos a valorar lo propio: la historia, las técnicas, los ingredientes, las distintas cocinas que hay en México, porque no es una cocina, son muchas. 

Creo que es una combinación de factores: el hecho de que hay cada vez más personas que tienen restaurantes que no son solo un negocio, sino su forma de vida; además son cocineros, como en mi caso. Eso cambia las cosas a cuando tienes un restaurante porque es un negocio y punto. 

Además, mundialmente se ha valorado mucho lo local. Y es una tendencia global muy positiva. Por múltiples razones, las personas acaban comiendo en restaurantes o yendo a los museos, ¿no? Hay una relación que es importante: que nos vemos como un todo y no como individuos.

LATINNESS: ¿Cómo te inspiras para crear nuevas recetas o ideas?

ELENA: Me inspiro mucho en los ingredientes en sí y en los distintos cambios de temporada. Y es que finalmente los proveedores nos dan y nos ofrecen lo que hay. Me inspira pensar, por ejemplo, ¿qué podemos hacer con los hongos ahora que empiezan las lluvias? 

También me inspira ver la naturaleza. Me refiero a ver qué crece junto, pues normalmente eso funciona bien. Y si está lloviendo, ¿qué necesitamos? Te empapas en esta ciudad cuando llueve porque todo se vuelve un caos, entonces hay que hacer comida caliente. 

Trato de ser muy sensible. Me encanta el papel que juegan los alimentos en nuestros sentidos, la forma más biológica, porque, al final, eso creo que me da muchísima inspiración: la naturaleza, qué necesitamos para cada momento del año y qué nos ofrece nuestro entorno.

Hoja santa and criollo white bean cacao by Maureen Evens

Cacao de hoja santa y frijol blanco criollo.

Tortelloni, hoja santa and smoked quesillo

Tortelloni, hoja santa y quesillo ahumado. Imágenes de Maureen Evans.

LATINNESS: ¿Tienes algún ingrediente mexicano favorito?

ELENA: ¡Tengo muchos! Pero, sin duda, uno de ellos es la hoja santa. Esta hierba me gusta usar, principalmente, en el lado dulce. La servimos con un poco de cacao y tabasco. Es una hierba que le hace honor a su nombre; es decir, sí es santa porque es muy rica, única y curadora. 

Ahora la tenemos en muchas cosas del menú: en un postre, en un martini, en una pasta y en un pan. De repente agarro un ingrediente y lo ando metiendo en todos lados. El hueso del mamey también lo utilizo mucho.

Rosetta interior 2 by Maureen Evans

Un rincón dentro de Rosetta; mamey, pixtle y tascalate. Imágenes de Maureen Evans.

Mamey, pixtle and tascalate by Maureen Evans

LATINNESS: ¿El hueso del mamey? ¡Wow!

ELENA: Su hueso tiene un sabor increíble a almendra amarga. La primera vez que escuché de su uso fue en el rímel que usaba mi mamá, pues era uno de sus ingredientes. Pero luego supe en Oaxaca que lo mezclaban en una bebida de maíz. 

Más tarde, después de haber trabajado con italianos que emplean mucho la almendra amarga, percibí que el hueso del mamey tiene también esa misma característica, al igual que muchas frutas. 

Pero lo increíble del mamey es que es muy grande y más aromático; muy potente. Lo empezamos a utilizar hace unos ocho años y ahora siento que es un sabor que se empieza a notar más. Eso es lo bonito, que en lugar de que los huesos se vayan a la basura, la gente los empiece a emplear en sus recetas caseras.

Imágenes cortesía de Elena Reygadas.