CAFECITO CON

JULI BOLAÑOS DURMAN: “SOY MÁS PERSISTENTE QUE TALENTOSA”

Nombre: Juli Bolaños Durman
Profesión: Artista
Nacionalidad: Costarricense
Instagram: @julibd___com

LATINNESS: Juli, eres originalmente de Costa Rica. ¿Qué te inspiró a mudarse a Edimburgo y cómo influyó este cambio en tu trabajo?

JULI: Estudié diseño gráfico en Costa Rica, pero siempre supe que quería ser artista. En esa época mis papás me dijeron: “Okay, perfecto. Si usted quiere ser artista, primero tiene que sacar una carrera en algo práctico”. Por esos días mi hermana estaba haciendo diseño gráfico y veía todo lo que creaba. Así que me decidí por ese camino.

Era superbonito porque empezamos el año con todas las técnicas de presentación, desde lápiz de color hasta aerógrafo y esto fue superpráctico al principio. Luego vimos cómo presentar una idea y eso fue fundamental. 

Al terminar, me salió la oportunidad de hacer la maestría. Quería especializarme en vidrio e irme fuera del país. Escocia resultó ser uno de los lugares que contaba con una maestría que gozaba de muy buena reputación. Al final, estudié seis meses en el Art Students League of New York. Después me vine para acá y me gradué. La universidad es tan grande, que me dieron una visa de emprendedurismo… Ya llevo 12 años acá.

Powerful Ordinary, Bonds 2020. Imagen por Paula Szturc.

Powerful Ordinary Bonds, 2020. Imagen por Jaro Mikos.

LATINNESS: Tu trabajo se enfoca mucho en la sustentabilidad. A Costa Rica se le conoce en Latinoamérica por ser líder en esto. ¿Fue a raíz de ahí que encontraste este ángulo en tu arte?

JULI: Creo que fue algo de mi familia. En Costa Rica llegaban un montón de cosas importadas y costosas, así que si se dañaban y había que ser ahorrativo, se reparaban. Mi abuelito hacía eso, aunque en ocasiones le decíamos: “bota eso ya, por favor; ya lo arreglaste siete veces”. 

Mis papás y mis abuelos eran ahorrativos y cautelosos. Obviamente, en estos días el ritmo en el que crecemos hace que sea más común que las cosas se usen y se boten. Sin embargo, siempre me pareció importante conectarme con la tradición familiar: consumir menos y de mejor calidad, utilizar lo más que se pueda lo que ya compraste y ser más ahorrativo. 

También, que no haya tanto desperdicio, porque ese montón de basura, ¿a dónde va? Uno cree que la tira y ya, pues no la está viendo, pero es mentira. A mí me cuesta mucho botar cosas, por eso digo que quiero que mi casa sea bonita y que no tenga tanto “chunche”, la palabra con la que en Costa Rica nos referimos a “un montón de cosas”. 

Tal vez al principio este pensamiento de “no tirar” lo relacionaba más con el vidrio. Cuando estudiaba descubrí que el vidrio contemporáneo en Costa Rica, es decir, el de los años ochenta, estaba presente sobre todo en ventanales como los de las iglesias. Luego empezó la fusión con técnicas más modernas, pero todo se importaba, así que era supercostoso. 

En ese entonces decía: “Okay, si ya pagué este pedazo de vidrio y me quedó un trozo, lo voy a aprovechar de la mejor manera posible”. Era un ejercicio creativo buscar diferentes proyectos y utilizar la mayor cantidad de material, porque pensaba: “Ya se contaminó el agua, ya se gastaron las piedras en las puntas de diamante, a la gente ya se le pagó. ¿Cómo podemos ser más responsables en ese sentido y usar lo más que se pueda lo que se compró?”. 

Fue cuando me vine a estudiar la maestría, pero no tenía mucha experiencia. Mi directora de carrera me dio permiso de comenzar a desarrollar los cursos con los estudiantes de segundo año. Digamos que estaba haciendo una especie de bachillerato en vidrio y empecé a probar las diferentes técnicas; me enamoré de la técnica de cortado, que permite darle un nuevo uso a lo que se quiebra. Es como que si a mí se me cae al piso un vaso y se rompe, con esta técnica le hago una cicatriz bonita. Es lindísima porque si la altero de alguna manera, puede que no sirva para tomar, pero sí para volverlo un florero; le da una segunda oportunidad al material de desecho con un poquito de imaginación.

Imagen por Gabriela Silveira.

Ode to Intuición, 2013. Imagen por Shannon Tofts.

LATINNESS: Cuéntanos de tu proceso creativo.

JULI: Me acerco con la curiosidad de un niño al que le preguntan qué quiere ser cuando sea grande. Entonces, le pregunto a una botella de vino: “¿Qué quieres ser cuando seas grande?”. Y me dice: “quiero ser un astronauta”. Y le contesto: “Okay”. Lo que hago ahora es un espacio joy and super playful, donde regenero. 

Y es que a veces uno trata de ser superlógico y hacer un proyecto superbonito y diferente, pero al final del día lo que realmente funciona es aquello que no se fuerza, que es lo que es y nada más. Lo clave es acordarse cómo conectar con ese lado de la creatividad innata, pues cada ser humano nace con eso. Así es mi trabajo, de manera que lo siento como un privilegio. 

LATINNESS: ¿Cómo obtienes tus materiales?

JULI: Después de la pandemia, entendí que es mejor obtener material que comes from the community, porque antes los compraba en China, pues es lo más barato. Hoy, ya un poquito más seasoned y con más experiencia, para mí es más importante una representación de este momento y de este tiempo. Por ejemplo, a dos cuadras de mi taller hay una compañía que produce un gin delicioso y la botella es preciosa; también encuentras charity shops, donde puedes conseguir desde ropa hasta objetos de casa y cristalería. Y como acá estaba la compañía Edinburgh Crystal, la gente se acostumbró a crecer con vasitos de cristal preciosos, algo que no se ve con facilidad en Costa Rica y en Latinoamérica en general, que la cristalería se usaba solo en momentos especiales. Así que tengo varias fuentes.

Imagen por Edvinas Bruzas.

Imagen por Mariam Woching.

Imagen por Edvinas Bruzas.

LATINNESS: Como los de la abuela, esos que uno no toca.

JULI: Exacto. En Latinoamérica pasa, por ejemplo, que si llega el domingo y es un día especial, sacaban las copitas de cristal importadas de Europa y eso brindaba cierto estatus. Aquí ya era algo tan común, que le perdieron el gusto. Además, las casas son más pequeñas y está IKEA, que es increíblemente barato. 

Eso hace que halles de todo en los charity shops. También busco con frecuencia antigüedades, en especial en los mercados de pulgas. No solo lo hago porque puedo mezclarlos de una manera bonita, también lo elegí pensando en que no necesitamos producir más cosas. Ya se hicieron; el asunto es cómo puedes usarlas y ponerlas en un contexto diferente; eso es funcional. 

Me estresa la cantidad de basura que producimos y que la gente ya no cuide las cosas de la misma manera, porque si le rompe un pantalón, no lo repara, lo bota. En la época de nuestros abuelos todo se arreglaba; cada quien sabía cómo coser; yo, por ejemplo, no sé nada de eso. Sin embargo, ahora para la casa me voy a poner a hacer las cortinas; a veces toca tumbar la barrera mental y decir: “lo voy a probar”.

LATINNESS: Sí y la percepción de que todo tiene que estar perfecto. Sucede mucho en la moda que hablamos de querer ser sostenible mientras lanzamos más marcas y más cosas, cuando ya existen tantas. ¿Cómo crear con lo que ya existe y darle una nueva vida?

JULI: Eso que me dices es una disonancia completa. También pasa cuando compras vegan leather y la tienda en la que lo haces vende cosas que son más ethically sourced, que son sostenibles y que no son animal cruelty. Lo cierto es que estamos en un mundo capitalista, que hace que si le apuestas a una tienda, tienes que vender más.  ¿Y cuál es el punto? Aunque estés vendiendo cosas más sostenibles, igual estás invitando a más gente a que compre más. Me cuesta entenderlo; de hecho, una vez vi una cifra que dice que ya se produjo la cantidad de ropa para seis generaciones. Entonces es como… qué estrés.

Imagen por Shannon Tofts.

Imagen por Edvinas Bruzas.

LATINNESS: El trabajo que haces con los desechos es bastante importante. ¿Te conectas con otros artistas que realizan proyectos similares?

JULI: Sí y es muy bello. Mi taller se encuentra en un edificio que ha ido creciendo y donde la mayoría son arquitectos. También hay otros creativos emprendedores, al igual que yo. El fundador y su familia son de Islandia, así que tienen un feeling de colaboración superfuerte. He aprendido mucho de ellos y es superbonito, pues nadie existe solito. 

El apartamento es un ejemplo superlindo, porque pensaba: “tengo este proyecto; lo puedo hacer sola, pero no sé nada de arquitectura ni de project management”. Bueno, más o menos; sin embargo, no a esa escala ni con tanto nivel de detalle, pues se necesita saber muchas cosas. Fue cuando mi amigo me dijo: “yo te puedo ayudar”. A él le gustaba mi trabajo, así que respondí: “Ok, perfecto. Hagamos un trato: yo te pago con una pieza”. 

Nos emocionamos con el proyecto, pero entonces la pregunta que surgió fue: ¿cómo colaborar? Desde mi perspectiva, siempre estoy traduciendo, pues soy diseñadora gráfica. No me considero buena con los números, pero cada quien trae algo de valor. Aunque nací en Latinoamérica y por lo general lo ven a uno como inmigrante; es decir, que no habla bien inglés, así que toca trabajar más duro para demostrar la propia valía ustedes seguro me entienden, al final del día también hay que sentirse superorgulloso del país de origen y de lo que uno tiene para ofrecer, porque como inmigrante ves la cultura extranjera en tiempo real desde una perspectiva diferente. Esto hace que te formules preguntas que a los locales nunca se les han pasado por la cabeza. 

A veces no sé la solución y me aviento. Cuando eso ocurre, mi hermano me dice: “¡Ay Dios mío! Llévala suave”. Me tiro y lo voy resolviendo. Por supuesto, me he llevado golpes fortísimos, pero la personalidad y la fuerza de nuestra cultura, el pensar “lo vamos a solucionar” me impulsa. Uno solito no puede; no obstante, es lindo ver cómo diferentes personas aprecian tu trabajo y este se convierte en una conversación, que está viva y en constante cambio. Se trata de una labor de observación y gracias a esta he podido hacer tantos proyectos tan rápido. 

Siempre he mantenido esa apertura; sin embargo, no es colaborar con cualquiera… hay que tener cierta afinidad. Aun así, me parece que es una conversación importante, que te lleva a aprender mucho de otra gente muchísimo y a la vez conocerte mejor, sobre todo en cómo solucionar problemas.

Imagen por Gabriela Silveira.

LATINNESS: En LATINNESS eso que mencionaste de que como latinoamericanos tenemos que trabajar el doble para probarnos, lo escuchamos siempre. Sin embargo, estoy segura de que con tu talento y carisma has logrado mucho en estos 12 años. Has colaborado con instituciones de artesanía reconocidas en el mundo, como en Somerset House, Corning Glass Museum en Estados Unidos, y también exhibiste en el Victoria & Albert Museum. ¿Cómo surgieron estas oportunidades?

JULI: La gente piensa que me paso todo el día pintando y haciendo arte, pero ponle que el 70 % de mi trabajo es escribir y montar aplicaciones para residencias, así que he tenido que aprender a escribir y a comunicarme en inglés muy bien. 

LATINNESS: Así que el éxito no sólo se debe al talento…

JULI: ¡Tienes que estar en todo! Desde pagar cuentas, hasta ser un emprendedor, uno es Soyla (soy la que…). Pero es bonito, porque es muy dinámico. 

La gente dice: “eres supertalentosa”; sin embargo, creo que soy más persistente que talentosa, pues puedo aplicar por año a diez residencias, premios o exhibiciones. Si uno tiene un buen ratio, quizás acepten tres o cuatro. Es una cuestión de aplicar y de que cada vez que tengas una oportunidad o montes una aplicación te formules ciertos objetivos, teniendo en cuenta siempre tus core values. Eso me ha dado la posibilidad de escribir y de comunicarme superbién, así como de sintetizar las ideas. 

Por ejemplo, todos los años hacen el New Glass Review, que es una especie de estudio de arte contemporáneo a nivel mundial en vidrio al que aplico cada año con un proyecto nuevo; sin embargo, este no puede tener más de un año de vida. Y tengo que estar, así implique una gran inversión económica y de tiempo. De las siete veces que he aplicado, me han aceptado dos. 

Es más, para Corning fue de pura suerte, porque ese año que apliqué, me admitieron. Fue para la exposición de su aniversario número 60. Estos son proyectos lindos que vas construyendo poquito a poco; son semillas que no germinan de inmediato. Aunque no me hayan aceptado en otras aplicaciones, pues los curadores de esas instituciones internacionales tan importantes tienen que ver tu nombre unas ocho veces para que te reconozcan, todo se trata de consistencia.

Es la consistencia a largo plazo y, desde luego, manejar esa parte de mantener el cash flow para poder seguir invirtiendo en colecciones, proyectos y colaboraciones nuevas, así como en alianzas estratégicas. Soy artista, pero también debo ser emprendedora y no puedo decir “no soy buena con los números”, porque es una excusa. O sea, lo tengo que manejar, y si no lo logro, pido ayuda.

Imagen por Shannon Tofts.

Wild Flowers Collection, 2019. En colaboración con la fotógrafa Brasileña Gabi Silveira.

LATINNESS: ¿Crees que tus estudios en diseño gráfico te ayudaron en la forma de estructurar? 

JULI: Creo que ha sido superinteresante porque me ha formado montones en cómo comunico el arte. No importa si uno estudió antropología o medicina y luego decidió cambiarse. Eso siempre va a ser una ventaja porque hace que tu perspectiva tenga aún más valor y que esté informada, por otro lado. Nadie es bidimensional, somos seres humanos nuance, o sea, somos un espectro de cosas. 

Mi visión se ha visto enriquecida. Es una oportunidad muy bonita. Recuerdo que aquí la gente al principio decía: “pobrecita Juli; ella está tratando de explicarse en dos idiomas”, y yo pensaba: “no hablen por mí, ¡Qué cólera! Mi cerebro está pensando doble, así que no lo vea como una desventaja”. 

Con diseño gráfico, no tenía tanta experiencia en vidrio. No obstante, como comunicaba en animación, en gráficos interesantes y en póster, o sea, el énfasis estaba en tomar fotografía en alta calidad y en contratar un fotógrafo siempre, el trabajo se ve superprofesional. Lo he hecho así desde el día uno, a pesar de que es una mega inversión. 

Por ejemplo, si me pides una foto de 2003 o de 2010, la tengo. Eso le da a tu trabajo un estatus completamente distinto y, además, hace la diferencia. Te lo explico: si monto una exposición aquí lindísima, o en Londres, en South Kensington, e invierto un montón de dinero, ¿qué pasa? ¿Cuánta gente puede llegar de jueves a domingo? Ponle que cinco mil personas por mucho. Pero si tomo un video y hago un mini documental que dure cinco minutos, lo publico en mi página web y luego lo mando para aplicar a un festival de diseño en Londres o en Argentina, o donde sea, me da mayores posibilidades. Se trata, entonces, de cómo comunicas. 

Eso ha sido una superherramienta, porque el arte normalmente es solo para el 1 % de la población, pero yo quiero que sea más accesible y no únicamente para quienes tienen mucho dinero. Los vídeos te permiten eso; además, es lindísimo ver cómo evoluciona el trabajo y cómo capturas por medio de imágenes y sonido un momento particular, porque si me paso de estudio y me voy a otro lugar, ese estudio nunca más va a existir, pero queda capturado en ese momento. 

Eso ha sido importante y creo que me ha dado un edge aquí porque hay muchos artistas en vidrio, pero no todos saben comunicarse, aunque sean increíbles, pues en su caso la presentación a veces no es lo primero; sin embargo, ahora todo mundo tiene que ser un brand.

Ode to Intuición Series, 2013-2017. Imagen por Paula Szturc.

LATINNESS: Cuando te agarre la suerte tienes que estar preparada… Además has colaborado con marcas como Vacheron Constatin desde Edimburgo. ¿Cómo te han llegado estas oportunidades?

JULI: Vacheron Constantin había contactado a un taller de creativos que se llama Method Studio cuando lanzaron su boutique en Londres. Eso fue hace diez años; el proyecto era un estuche para reloj de edición limitada. Luego, diez años más tarde, querían hacer algo especial para lanzar en la boutique de Edimburgo, la segunda en el Reino Unido, así que contactaron a cuatro artistas: uno especializado en vidrio (yo), otro en cerámica, otro en plaster y otro en textiles para que crearan cada uno una pieza. 

Comencé desde cero y les monté varias propuestas para que pudieran elegir la que más les gustara. Lo bonito del proyecto es que la clientela no solo se sienta en el VIP room con champagne en mano para ver los relojes; de alguna manera, con su compra también invierte en la comunidad de los artesanos y artistas contemporáneos. No solo está comprando una pieza de un artista, sino invirtiendo en una comunidad.

Wild Flowers Collection, 2019. Imagen por Shannon Tofts.

Powerful Ordinary Bonds, 2020. Imagen por Paula Szturc.

LATINNESS: Tengo curiosidad sobre tu vínculo con Costa Rica. Tus colores reflejan tu origen latinoamericano por su alegría. ¿Sientes que tu inspiración viene de esas raíces latinas?

JULI: Sí, eso no lo puedo esconder. Al principio, cuando llegué a Edimburgo veía mucha influencia escandinava; todo era superelegante, pero sencillo y los colores muy muted. En ese escenario, al empezar a crear mis esculturas, el color salía sin querer. Después, entendiendo mi proceso y mis raíces, me di cuenta de que nací en una finca de mangos y que mi infancia la pasé jugando afuera con mis primos. Mis papás me decían: “chao, nos los quiero ver hasta las seis de la tarde”, que era la hora de cenar, así que nos la pasábamos jugando en ese jardín tropical, con esos colores. 

Estando acá entendí que eso es parte de mi ADN. Sin embargo, también tuve que aprender que no se podían todos los colores a la vez, porque cuando comencé era un arcoíris. Ahora me dedico mucho a observar en la naturaleza para encontrar mi paleta de colores, no hay que inventarla… está ahí. Por eso casi siempre en las exhibiciones en las que participo, la gente dice: “esta es latina”.

En mi caso es más de sentir y menos de pensar, porque si no la idea nunca saldría. Si en mi mente estuviera: “tiene que ser perfecta”, no haría nada. Eso es imposible. Somos humanos y en esa imperfección está la oportunidad.

Imágenes cortesía de Juli Bolaños Durman.