CAFECITO CON

OMAR Z. ROBLES: “LLEVAMOS LA MÚSICA POR DENTRO”

Nombre: Omar Z. Robles
Profesión: Fotógrafo
Lugar de nacimiento: Puerto Rico
Signo zodiacal: Virgo
Instagram: @OmarZRobles

LATINNESS: Cuéntanos primero, ¿naciste en un mundo artístico?

OMAR: Mi historia dio muchas vueltas, como la de muchas personas, pero si te soy honesto, no me crié nunca en el ambiente artístico. Mi mamá es maestra de español en Puerto Rico y mi papá, doctor. Y aunque él sí cantaba y a mi abuelo le encantaba la música de Los Tríos y de Los Panchos –ya tú sabes como es–, nunca fue algo que se cultivó en mí, el arte como tal. Lo descubrí eventualmente, pero no era a lo que me quería dedicar, porque tampoco me lo habían inculcado.

LATINNESS: Entonces, ¿cuándo nació este instinto artístico?

OMAR: A los 16 años descubrí el teatro y específicamente el mimo. Empecé a hacerlo, a estudiarlo y a prepararme en diferentes talleres. Cuando me gradué de la escuela superior, inicié ingeniería eléctrica porque había que estudiar algo, pero para ese momento ya quería ser mimo; mi familia no estaba de acuerdo y me hicieron la vida imposible, así que continué la carrera durante dos años más. Pero estaba infeliz como nunca, deprimido, una cosa horrible, y me dije: “Bueno, vamos a hacer un compromiso”, y encontré el diseño gráfico. Estaba bien para mí porque me gustaban las computadoras, pero tampoco era algo que me apasionaba.

De nuevo, era como un in between porque realmente lo que me tiraba era el teatro. Hasta que finalmente un día dije: “No, ¡Que se chave! Me voy a estudiar teatro. Lo que piensa mi familia, pues qué se va a hacer, pero lo voy a hacer ya”. Primero, me vine a Nueva York, donde estuve casi medio año preparándome, y luego me fui a París, a la escuela de Marcel Marceau. Allí permanecí dos años. Después de que me gradué y con diploma, partí hacia Polonia, donde viví dos años más, en Varsovia, trabajando como mimo, dando clases y haciendo mi espectáculo. Pero mi visa se venció y pese a que intenté diferentes formas de renovarla, nunca lo logré, así que decidí regresar a Puerto Rico.

LATINNESS: Mimo, ingeniería eléctrica, diseño gráfico… ¿Cuándo entró la fotografía en tu vida?

OMAR: Siempre me había gustado la fotografía, pero nunca me veía haciéndola. Tomé una, dos clases y a mi profesora le gustó mucho mi trabajo. Me dio mucho, mucho ánimo y muy buena instrucción, y empecé a dedicarme a ello poco a poco. Mi hermano es periodista y trabajaba en una revista de lifestyle en Puerto Rico; cubrían un poco de todo, era como un merge entre lifestyle y business, y otras cosas más.

Comencé con ellos cubriendo eventos sociales y luego me pusieron a tomar fotos para entrevistas y editoriales; al final, terminé haciendo fotografía de moda. Y bueno, así llegué a ese mundo. Luego me mudé a Chicago, donde empecé a hacer headshots en el ambiente del teatro, porque continué con el teatro, y también trabajé con el periódico en español Hoy, del Chicago Tribune. Un día pensé: “Bueno, hago un montón de trabajo profesional, pero no fotografías mías que sean artísticas. Si me quiero llamar fotógrafo tengo que tener un portafolio mío, aparte de lo que sea trabajo”. Así que arranqué con street photography, fotografía documental para capturar la ciudad, las cosas que pasaban en ella, la gente, etc. Y es en ese momento cuando empiezo a desarrollar una pasión por las urbes, por los espacios donde habitan las personas.

Curiosamente, estando en Chicago y haciendo street photography, me topé un día con unos chamaquitos haciendo parkour, que básicamente es un deporte (aunque yo lo veo más como un arte) que combina gimnasia y acrobacia con elementos de la calle. El parkour se desarrolló en el army francés como una técnica para cruzar del punto A al punto B de la forma más eficiente, o sea, si ves una pared, en lugar de darle la vuelta, brincas por encima, y así. Conocía un poco de eso, pero nunca lo había visto en vivo. “Wow! Esto es impresionante; utilizar la ciudad como un espacio diferente, que no es lo que vemos todos los días”, pensé.

Cuando regresé a Nueva York, seguí trabajando con algunos de los que practican parkour en la ciudad, y un día tomando street photography dije: “Aquí hace falta algo”; busqué en mi background artístico de mimo y se me ocurrió: “¿Por qué no mezclo street photography con mimo, siendo yo el sujeto?”. Intercalando esos dos ambientes, empecé a realizar una serie de autorretratos donde ponía la cámara en las calles y ejecutaba movimientos estilizados, brincos, etc. Una combinación de parkour con mimo y street photography, utilizando los elementos que había en la calle. Luego, cuando ya se me empezó a hacer un poco más complicado, comencé la serie de las fotografías con las bailarinas.

La serie fue tomando forma y el efecto fue como “bola de nieve”; o sea, retraté a una y ella me refirió a su amiga, y así hasta que diferentes medios, como Mashable, empezaron a contar la historia. Instagram me hizo también un perfil y una entrevista, y pues se fue convirtiendo en lo que hoy es la base de mi trabajo.

LATINNESS: ¿Esto existía antes?

OMAR: Bueno, sí hay fotografías de bailarines y bailarinas en espacios urbanos desde los años 20, o quizás, por lo menos, desde los 40. Pero, lo que distingue mi fotografía de la de otros fotógrafos en ese estilo, es el conocimiento que tengo del cuerpo, porque yo era gimnasta, fui mimo y además estudié ballet. Entonces, cuando dirijo a los bailarines, realmente lo hago desde un punto de vista coreográfico y no solamente fotográfico. No les digo: “Haz lo que se te venga en gana y yo lo capturo”, sino algo como: “Vamos a hacer un arabesque, y ahora muévete aquí, muévete acá…”. Soy casi una mezcla de coreógrafo y escultor, variando la pose hasta llegar a lo que es, hasta lo que quiero.

Otra cosa que he tratado de lograr con mi trabajo es combinar los mundos del street photography y la fotografía documental, utilizando el espacio como existe, sin tratar de alterarlo, sin añadir otros estribillos para darle flashiness. Uso los escenarios como están, no les añado nada. La historia ya está ahí, es realmente entrar dentro de ella, y por eso, a veces cuando la gente reacciona, utilizo eso dentro de la foto. En ocasiones se ve basura y cuando la gente trata de recogerla, los detengo y les pido que la dejen. Eso es lo que define mi estilo como tal, lo que me separa de otro fotógrafo.

LATINNESS: Has viajado a muchas ciudades por tu trabajo. Hasta ahora, ¿cuál ha sido tu favorita para fotografiar?

OMAR: Cuba sigue siendo mi favorita. Tiene muchas cosas especiales: la calidad visual, la calidad de la gente y, sobre todas las cosas, la calidad de los bailarines. Es algo impresionante.

LATINNESS: ¿Y alguna ciudad en tu bucket list?

OMAR: ¡Hay muchas! Quisiera cubrir gran parte de Latinoamérica, porque tengo un gran interés en mostrar el ballet de esta parte del mundo. Cuando la gente piensa en ballet, siempre tiene como referentes a Europa, Estados Unidos, Asia o Rusia, pero casi nunca Latinoamérica. La región tiene muy buenas compañías, pero como no cuenta con los recursos para hacer tours fuera de sus países, como los tiene ABT (American Ballet Theatre), pues se quedan ahí y la gente no conoce el gran talento que hay.

Sin embargo, en la mayoría de compañías internacionales, muchos de los bailarines principales son latinos: cubanos, argentinos, mexicanos, algunos puertorriqueños. Los latinos tenemos talento para el baile y para el ballet, porque, como decimos, llevamos la música por dentro. Por eso me gustaría darles un poco más de luz.

A París también me gustaría regresar, porque lo conocí como mimo, pero aún no como fotógrafo, y para mí es una ciudad muy especial pues me formó; nunca había vivido solo fuera de Puerto Rico hasta que llegué a París en mi cumpleaños número 22. Esto me transformó en un hombre, en adulto, en artista, en muchas facetas.

LATINNESS: Y ahora que hablas de haber vivido en París, Chicago, Puerto Rico y Nueva York. ¿Cómo sientes que te han influenciado todas estas ciudades?

OMAR: Bueno, hay muchas cosas. En cuanto al upbringing en Puerto Rico, la historia del colonialismo está dentro de uno y es bien difícil. En París, por ejemplo, una de las cosas que más me transformó fue arrancar como que de cantazo, como decimos en Puerto Rico, toda esa carcasa colonialista que viví, que hace que uno vea lo de afuera mejor que lo que se tiene adentro; uno tiende a veces a menospreciarse por ser de la colonia, y estar allí verdaderamente me hizo enfrentar a que ahora you’re in the big leagues, estás en una ciudad grande, tienes que echar p’alante.

En Puerto Rico nos preocupamos los unos por los otros; ves a alguien y le preguntas: “¿Estás bien?”. Eso es bien latino y en Francia es como que cada cual con lo suyo y a nadie le importa. Tienes que ponerte los pantalones en tu sitio y meter mano. Ese tipo de cosas me formaron. Luego, estando acá, en Nueva York, una de mis luchas más grandes ha sido el hecho de que everything’s so great y la gente es muy poco crítica. Como artista, a veces uno lucha un poco con eso porque, por ejemplo, en Francia, era todo lo contrario. Todo es como c’est pas mal, como que no está mal, pero acá no. Lo mejor es encontrar ese balance en el que puedes ser autocrítico con tu trabajo y crítico con el trabajo de los demás, y saber que “esto está bien”, “esto está mal”, “esto puede mejorar”, o “a esto no le hace falta nada”. Como artista, uno siempre se encuentra en esa dicotomía.

LATINNESS: ¿Cómo eliges tus personajes y los destinos o las locaciones donde fotografías?

OMAR: Donde quiera que vaya, ya sea aquí o cuando estoy trabajando internacionalmente; no le doy mucho casco al lugar, en el sentido de que no estoy buscando una atracción específica. Por ejemplo, si estoy en París, lo más seguro es que no voy a retratar la Torre Eiffel, porque no estoy buscando esos puntos clásicos, sino lugares donde está la gente, donde se experimenta el everyday man.

Unos de los lugares que siempre me han gustado retratar, son los mercados, porque muestran mucho la cultura a través de la comida, de los colores y de lo que la gente compra, como pasa, por ejemplo, en Hong Kong, que hay estos mercados electrónicos gigantes. Es cuestión de caminar, de explorar y de ver en el momento. Generalmente me encuentro con el bailarín o la bailarina en un punto X y de ahí caminamos y vamos viendo. No llego con un script hecho porque las veces que lo he intentado, siempre fracasa; es mejor no tener una historia predeterminada y tratar de abrirse a lo que aparezca.

En cuanto a las bailarinas y los bailarines, me doy a la tarea de, literalmente, stalkearlos en Instagram y ver un poco cuál es su habilidad. Hago un buen research, me meto en su página y veo las fotos que tienen para observar, básicamente, su técnica.

LATINNESS: ¿Cuál crees que es la atracción del mundo por el ballet?

OMAR: A nivel fotográfico, el ballet te enseña, en cierta forma, cuán extraordinario puede ser el ser humano. Estamos acostumbrados a ver la vida en la calle; se camina y las piernas son para caminar, y las manos para agarrar cosas. El ballet rompe con ese esquema y casi que te da la impresión de que las piernas son para volar y las manos para levantarlas, para sentir la vida.

Obviamente, hay muchos otros estilos de baile, que son, creo yo, un poco más difíciles de fotografiar, de capturar, de la forma más clara y evidente, cuán estilizados son. ¡El ballet es tan estilizado! Cuando retratas un grand jeté, por ejemplo, que la persona está en el aire con las piernas totalmente extendidas, eso cambia y redefine el paradigma social de cierta manera. Cuando lo hago en la calle, es como decirle a la gente: “la calle no solamente tiene que ser para caminar, también puede ser para jugar, para divertirse”.

LATINNESS: Omar, cuéntanos, ¿qué te inspira?

OMAR: Me inspira lo imposible, aquello a lo que le tengo miedo, hacer lo que se ve difícil. El reto de sobrepasar eso, de vencer, es lo que me inspira. Por ejemplo, el street photography fue uno de mis más grandes retos, porque me encanta hablar en público, así como las entrevistas, pero una cuestión más íntima, un encuentro cara a cara, hablar con alguien de tú a tú, me da mucha ansiedad. Cuando empecé fue una forma de retarme y de decir: “Ok, tienes que salir de ese cascarón, meterle mano y vencer el miedo”. Precisamente esa fue la razón por la que comencé a trabajar en análogo. No había estudiado análogo nunca, inicié en digital, pero me metí en análogo, porque era una forma de decir: “Esto se ve difícil, sé que es más complicado, lo voy a hacer”. Ahora mismo estoy revelando mis propias fotos.

LATINNESS: ¿Cómo surgió el tema de Conversations with Dancers? ¿Es algo que siempre tuviste en mente o es un proyecto de la pandemia?

OMAR: Un poco de las dos. Siempre tuve en mente hacer algo donde se pudiera ver no solo la imagen del bailarín, sino también su historia. Había pensado en hacer videos, y de hecho lo intenté, cuando empezó Instagram TV. Pero si te soy 100 % honesto, odio hacer videos, porque lo que a mí me apasiona es el momento de dirigir la foto. Cuando inició la pandemia, pensé que podía ser una opción, y de ahí surgió la idea de realizar las entrevistas. Me dije: “Quizás este es un buen momento para hacer algo más comprensivo y que la gente conozca a los bailarines desde un punto de vista personal”.

Ha sido súper enriquecedor, porque no solo he conocido más a los bailarines, sino que realmente me he conocido a mí mismo, y he apreciado más las relaciones que he desarrollado con ellos. Entrevistando a unos bailarines pensé: “Wow, a este ‘pila de mierda’ lo empecé retratando a los 18 años y ya tiene 24”. Digo “pila de mierda” de cariño. Así les decimos en Puerto Rico a los bebés.

LATINNESS: ¿Y es algo que planeas seguir haciendo aunque pase la pandemia?

OMAR: Por el momento sí. Quiero que conozcan y sepan que el bailarín que está al frente del lente, más que una pose bonita, es una persona que se ha dedicado toda la vida a realizar ese trabajo, que tiene muchas esperanzas, muchos sueños, pero también que ha perdido mucho para lograr lo que hace.

LATINNESS: ¿Algún consejo que hayas recibido que te haya ayudado en tu carrera?

OMAR: Muchos. El primero fue de Marcel Marceau: que no hacemos arte solamente para impresionar, sino para conmover. Eso era lo que él quería lograr. No estoy haciendo esto para impresionar a nadie, sino realmente por mover al público. Quiero que la gente sienta algo adentro, porque lo que impresiona, se olvida; pero lo que te conmueve, se queda contigo y te transforma.

Otro de los consejos me lo dio uno de mis profesores de fotografía. Me dijo un día: “¿Sabes cuál es el secreto de los grandes fotógrafos? Que solamente enseñan sus buenos trabajos”. Es súper sencillo, pero la realidad es que todos hacemos cosas que no son muy buenas, lo importante es tener el ojo autocrítico para decir: “Esto que hice es una mierda, vamos a dejarlo y a esforzarnos más”. Muchas veces hago este chiste: en ocasiones la gente con su trabajo artístico es como con sus niños, creen que todos son bonitos, pero algunos no lo son.

Fotos: Cortesía de Omar Z. Robles a la venta en https://www.omarzrobles.com/